MADRID 26 Feb. (OTR/PRESS) -
Ignoro si es del todo verdad pero algunas cadenas informaban sobre los preparativos para el debate que ocupó buena parte de la información publicada este lunes. Al parecer, sólo al parecer, los partidos que están detrás de Zapatero y Rajoy pusieron hasta 50 condiciones más o menos técnicas antes del encuentro. La mesa medía 72 centímetros exactos vaya usted a saber por qué, y, en el examen previo, los alter egos de los dos aspirantes, probaron las sillas, preguntaros si eran rígidas o se movían, se interesaron por la rotulación, los planos... incluso había cronometradores de la federación de baloncesto, y el estudio iba a estar a 21 grados con dos médicos -imagino que uno por cada partido- preparados para todo.
Nos han ido contando las horas previas al debate de los dos candidatos, si uno paseó tranquilamente para relajarse y si otro dijo que ya no quería más fichas. Nos han mostrado cómo llegaron, que hicieron, los consejos que les habían dado antes sus asesores y hasta los que no eran asesores sino profesionales ajenos: que ZP evitara gesticular con las manos, que si Rajoy no debería mirar la hora... Ay Dios, Dios, cuánto daño ha hecho lo que seguramente no deja de ser una leyenda urbana: que Kennedy ganó a Nixon por que el segundo sudaba con cierta facilidad y en el estudio hacia calor. A partir de ahí, nada les parece suficiente y los políticos -sus partidos- en los cara a cara, se convierten en niños caprichosos, estrellas de rock maniáticas y extravagantes que exigen por contrato que se redecoren sus habitaciones de color salmón y haya tres toneladas de una marca de agua mineral que hay que importar de no sé dónde.
Naturalmente que hay que saber el terreno que pisas y cuatro cosas -insisto: cuatro- sobre el medio en que estás. Pero a partir de ahí, es la química lo que funciona, la seguridad que uno tiene o no en su propio discurso y la capacidad para trasmitirlo. Si por los asesores fuera, al final no veríamos a dos candidatos de carne y hueso con su gloria y su miseria sino a dos replicantes, dos seres construidos tan sólo para esos minutos, ajenos a lo que son, lejanos de lo que sienten, exiliados de su propia esencia, autómatas que cumplirían perfectamente todas las leyes de la comunicación pero que provocarían el espanto de los espectadores/votantes.
¿Hasta donde estamos llegando? ¿Cómo es posible que un debate, un simple debate, dos seres humanos dando su opinión y rebatiendo o no la contraria, por muy cerca que estén las elecciones, necesite 50 condiciones para llevarse a cabo? ¿Es que nos hemos vuelto todos locos? Reconozco que después de ver la parafernalia montada por los medios y los partidos, daban ganas de pasar de un debate que se prometía de robots, que se pretendía de robots.
Pero lo bueno y lo malo de la tele -y algo sé de ese medio- es que al final, cuando se enciende el piloto rojo y sabes que estás "en el aire", entonces eres tú, solo frente a la cámara, frente al entrevistado o al entrevistador, tú solo frente al otro y el otro solo frente a ti y las fichas tienen el valor que tienen y los 72 centímetros de altura de la mesa no cuentan para nada y si eres capaz de abstraerte y decir sencillamente tu verdad, entonces podrás ganar o perder, pero te acostarás contento, tranquilo y dormirás plácidamente digan lo que digan los sondeos, los periódicos y hasta los votantes. Un tipo que pretenda gobernar un país no puede estar permanentemente impostando el gesto y adecuando el discurso a las demandas. Si es así, los partidos sobrarían. O son ellos mismos, o no son nada. Y es curioso como en algunos casos, ganando, siguen siendo nada y perdiendo mantienen el respeto de todos. Esa es la elección. La duda es si Zapatero y Rajoy prefieren dormir tranquilos o ganar como sea las elecciones.
Andrés Aberasturi.