Actualizado 27/05/2010 14:00

Antonio Casado.- Bronca en el Senado.

MADRID 27 May. (OTR/PRESS) -

El presidente de la Cámara Alta, Javier Rojo, visiblemente alterado, sólo acertó a calificar de "lamentable" la bronca entre los senadores del PSOE y los del PP en la sesión de control al Gobierno del martes pasado. Tenía razón. Pero no podemos despachar el asunto con un equitativo reparto de culpas sin constatar que la bronca se desencadenó por provocación de una de las partes (Pío García Escudero), mientras que la actitud de la otra (Rodríguez Zapatero) fue de carácter reactivo.

Entiendo que había una provocación en el uso de las descalificaciones personales del portavoz del PP contra el presidente del Gobierno ("tragasables", "impostor"...). No sólo. También son ganas de provocar que el principal partido de la oposición reclame el suicidio del adversario (convocatoria anticipada de elecciones) mientras incumple el deber de utilizar la herramienta que le ofrece la Constitución para intentar poner fin legítimamente a una situación tan dramática como la que describe. Esa herramienta es la moción de censura. García Escudero la ignoró. Prefirió pedirle a Zapatero que se haga el harakiri en la plaza pública.

Esta vez el presidente del Gobierno, que lo es con la legitimidad conquistada en las urnas, sí respondió a la provocación. Y el hecho de no poner la otra mejilla desencadenó la bronca. "Ustedes perdieron en 2004, perdieron en 2008 y volverán a perder en las próximas elecciones". Fue entonces cuando se soliviantaron los senadores del PP y, puestos en pie, abuchearon a Zapatero entre gritos de "dimisión, dimisión...". Pero la réplica de éste venía cargada de lógica. No puede ser de peor condición intentar ganar las elecciones por tercera vez que correr el riesgo de perderlas por tercera vez.

Como se ve, lo del martes en el Senado fue una réplica ocasional de la reyerta política que PSOE y PP vienen librando desde la llegada de Zapatero a Moncloa en abril de 2004. La bronca del otro día entre García Escudero y el presidente del Gobierno es la plasmación visual y sonora del ataque de contrariedad sufrido por la derecha política por la "accidental" pérdida del poder en las elecciones del 14-M de aquel año.

El PP todavía no se ha quitado el luto por aquella derrota. Y por eso no duda en utilizar incluso políticas de Estado como palancas para la reconquista de la Moncloa. Lo malo es que eso ha generado un discurso destructivo y obstruccionista con deslizamientos hacia la soflama, el aspaviento y la enormidad. La bronca entre Zapatero y García Escudero no fue más que la reproducción de esas coordenadas de nuestro devaluadísimo debate político nacional. Así nos va.

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