Publicado 27/02/2014 12:00

Antonio Casado.- El debate

MADRID 27 Feb. (OTR/PRESS) -

Siempre me ha parecido un trámite absurdo del día después eso de designar al ganador del debate sobre el estado de la Nación. En el correspondiente a este año de gracia está muy claro. Ganaron los dos, con absoluta nitidez. Cada uno ante su propia clientela. No es una obviedad, si nos fijamos en sondeos de años anteriores, donde el ganador claro solía imponerse, aunque por menos diferencia, también entre los votantes del otro partido.

En este caso los dos primeros actores de la política nacional tenían la necesidad de reafirmarse entre sus respectivos votantes. Sobre todo Rubalcaba, que tiene un doble reto electoral, el de su partido ante las europeas (territoriales y generales, luego) y el personal ante las primarias internas (no ha dicho que vaya a ser candidato, pero tampoco lo contrario). Y por eso fue el líder socialista quien puso más carga electoral en su cruce parlamentario del martes por la tarde. No solo electoral. También ideológica.

El portavoz del principal grupo de la oposición se escandalizó por la autocomplacencia del Presidente respecto a la presunta mejoría de la situación económica, incluidos los índices de creación de empleo. "No entiendo como puede usted estar tan pagado de si mismo teniendo debajo tanto sufrimiento", dijo. Fue el núcleo del debate: el precio de la incipiente recuperación. Así Rajoy habló de competitividad, prima de riesgo, balanza de pagos y confianza de los mercados, mientras Rubalcaba hablaba de paro, desigualdad, pobreza y deterioro en los servicios públicos.

Ahí estaba la moralina ideológica. En trazo grueso cruda es como aceptar la mejora de ciertos indicadores económicos que celebran los de arriba a costa de los de abajo. Se supone que arriba hay banqueros, directivos de las grandes compañías, brokers de bolsa, inversores, consejeros de multinacionales, etc. Y que abajo hay parados, pensionistas, dependientes, enfermos, estudiantes, etc. De hecho, Rajoy utilizó a las agencias de calificación, y no el sentir general expresado en las encuestas, como argumento de autoridad respecto a la marcha de la economía.

Por lo demás, el cruce parlamentario Rajoy-Rubalcaba fue un intercambio de pedradas propio de un año electoral. Los dos están en campaña. Con un discurso que ya nos es familiar por cada uno de los dos lados. "Usted es un demagogo". "Y usted no sabe en qué país vive". Uno, voluntarista. El otro, apocalíptico. Reproches de ida y vuelta con vocación de titular de Prensa del día siguiente. Por cierto, con muchos argumentos de hemeroteca. Por parte del Presidente, para demostrar que Rubalcaba no hizo en el Gobierno lo que ahora propugna. Y por parte del líder socialista, para demostrar que Rajoy hace lo que la derecha de toda la vida quiso hacer siempre y nunca se atrevió.

O sea, sin novedad en este nuevo debate de ayer sobre el estado de la clase política. Con los papeles cambiados hubiera valido repetir la crónica del último Zapatero-Rajoy (28 junio 2011).

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