Actualizado 14/02/2008 01:00

Antonio Casado.- San Gil, como síntoma

MADRID 14 Feb. (OTR/PRESS) -

El incidente no se agota en la reprobación del grupo de energúmenos que el martes arremetieron verbalmente contra la presidenta del PP vasco, María San Gil, y la digna reacción de ésta al ofrecerles la posibilidad de exponer de forma pública y civilizada sus discrepancias, en el mismo foro universitario donde ella estaba emplazada para pronunciar una conferencia.

Lo malo es el síntoma. Y el síntoma desborda el marco del incidente, porque las agresiones verbales del martes a María San Gil, en Santiago de Compostela, son una luz roja en el abrupto camino hacia las disputadas urnas de marzo. Algunos comportamientos de dirigentes y grupos competidores en la pre-campaña electoral no están tan alejados en el fondo del reprobable comportamiento de esa veintena de muchachos, independentistas gallegos, al parecer, aquejados del mal de la intolerancia.

En el lado políticamente correcto de San Gil ya se ha dicho a los cuatro vientos que la culpa de lo ocurrido es del PSOE y sus amigos nacionalistas. Semejante simpleza, propia de mentes poco dispuestas a tener la fiesta en paz, ya nos pone en la pista del subidón de temperatura en la precampaña, que a su vez no es sino una prórroga de la crispación en el clima político de la Legislatura recién cancelada, donde no se han predicado con el ejemplo los valores de la tolerancia, el buen gusto y el respeto al discrepante.

Al presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, sometido a una ofensiva denigratoria sobre su persona desde que se ganó en las urnas el derecho a dirigir la gobernación del país, le han llamado "traidor", "bobo solemne", "cobarde", "indigno", "chisgarabís" y "patriota de hojalata" en esta Legislatura. Pero no en los típicos calentones, sino en el despliegue normal de un discurso político elaborado y, por supuesto, en sede parlamentaria.

De aquellos polvos, estos lodos. Unos energúmenos gritan a María San Gil que quiere traer el fascismo a Galicia. Algún periodista escribe que el Gobierno practica una "política fascista de eliminación del adversario". Tachar de "xenófobo" y "racista" a Rajoy es casi un lugar común. Y los sectores afines a la causa electoral del PP califican de "titiriteros", con ánimo despectivo, a los artistas que se decantan por la causa de Zapatero.

Y así es como unos y otros van creando climas en los que sucesos como el de Santiago de Compostela empiezan a encajar en un ambiente cada vez más desapacible. Hasta que las urnas del 9 de marzo pongan a cada uno en su sitio.

Antonio Casado.

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