Publicado 29/03/2016 08:00

Antonio Pérez Henares.- Extrema Izquierda o Idiocia Extrema

MADRID, 29 Mar. (OTR/PRESS) -

Las últimas matanzas del terrorismo islámico han conllevado la reacción, reiterada y contumaz, de la extrema izquierda , poniéndose de canto y señalando a la "islamofobía" como radical problema de nuestra sociedad democrática. En resumen que los culpables de las matanzas desde los trenes de Atocha al aeropuerto de Bruselas, sin olvidar la decenas cometidas por todo el mundo, la última ayer contra los acosados cristianos pakistaníes, es en lo fundamental, de todos nosotros, excepto ellos, que ya están purificados al haber recibido la iluminación revelada de nuestro pecado original y han quedado exentos del mismo. La salmodia de los alcaldes podemitas españoles, desde el maño de la laca a la abuela Carmena, unánime, no puede sino llevarnos a la conclusión, la más caritativa de que el calificativo mas definitorio no es el de extrema izquierda, sino de extrema idiocia.

Sin embargo no supongan que este es un pensamiento minoritario. Al contrario. Resulta compartido, o al menos es pariente cercano, de esa corriente mayoritaria de lo políticamente correcto, del pensamiento buenista, de la memez que recorre Europa, hegemónica en los medios de comunicación, arrolladora en su adoctrinamiento televisivo que ha conseguido imprimir en la mente de las masas que la forma de combatir la atrocidad de ese terror es la múltiple colocación de velitas y el envío de millones de twitter llorosos. Confundir el duelo y el consuelo, necesarios y reconfortantes, con la imprescindible defensa, con el necesario coraje y con el inexorable combate contra quienes siembran la muerte, pretenden destruir nuestra libertad y nuestros valores democráticos, imponer una tiniebla medieval, una teocracia asesina, y hacernos a todos esclavos del miedo, no es otra cosa que rendición y suicidio. La penosa y miserable decisión del Gobierno belga de prohibir una manifestación a sus ciudadanos , aduciendo precisamente lo que se pretendía combatir, el terror y el miedo, ejemplifica esa derrota. Cuando el Estado, en quien los ciudadanos han delegado el ejercicio de la fuerza, para que el la detente en exclusiva bajo las normas de unas leyes, en realidad está abjurando de su papel esencial, expresando su impotencia y su fracaso. Si resulta que es incapaz de nuestra de defensa y de garantizarnos nuestros derechos, ¿para qué sirve?.

Pero es que en esta corriente de pensamiento ya no solo débil, sino de rendición preventiva, hasta el llamar a las cosas por su nombre se considera ya algo provocador y repulsivo. Por ejemplo el decir lo obvio. Que el terrorismo islámico tiene un origen y una justificación religiosa, que tiene ahí su raíz y que invoca tal principio, que la interpretación extrema es recurrente en su historia y que Al Quaeda o el DAESH son calcos en el siglo XXI de las sectas almorávides o almohades de los siglos XI,XII y XIII que se extendieron como imperios incluso hasta la España musulmana de la época. El concepto de Yihad es inherente al islam mismo y reiterado en sus textos más sagrados. Que la predica por ejemplo del almohade Utmar de ayer es idéntica a la del autoproclamado hoy califa del ISIS y que el llamamiento del almorávide Yusuf al llegar a la península para retornar a la senda correcta a Al Andalus y sojuzgar después a toda la España cristina, en nada se diferencia en cuanto a proclamación y método se refiere de lo que proclaman esta mañana en Racca o en Mosul o invocan los que van a actuar en cualquier lugar de Europa o del mundo como asesinos suicidas. La propia palabra asesino proviene precisamente de una secta de estas mismas características surgida en Siria en la Edad Media. Entonces y ahora un solo y supremo objetivo, dominar la tierra e imponer en ella la sharia, la ley coránica que no sabe nada ni de estados, ni de derechos humanos ni de constituciones pues se supone que como divina está por encima de todo ello. Convertir por la fuerza al islam a judíos y cristianos y sino aceptan, convertirlos en piltrafas y en esclavos. O matarlos y eso vale también para los musulmanes que se nieguen a seguir los preceptos que se consideran los puros e inquebrantables. Y en esa pretensión de colocar bajo el yugo de esa su verdad a la tierra entera si pudieran hacerlo, no solo les está permitida toda violencia y cualquier forma de dominación sino que cuanto más atroces sean más le serán recompensadas por su divinidad en su paraísos.

Por ello matan, por ello arrasan, esclavizan, torturan y se inmolan. Por eso hacen de las lágrimas de sus victimas sus máximos trofeos y su mejor forma de propaganda. Por ello esta Europa, en la que cada vez menos esperanzas podemos tener por su creciente parálisis y cada vez mayor cobardía, mejor haría en aprestarse al combate y defender a sus ciudadanos en vez de gimotear, muy estética, musical e imaginativamente, por las victimas. Mejor morir de pie que ser ejecutados de rodillas. De poco valen las cantigas de paz si resulta que ya nos han declarado, y nos la hacen con toda ferocidad, la guerra. De aquí a nada nos estaremos emocionando otra vez con la retransmisión de la colocación de velitas en cualquier plaza de Europa, o colocándolas nosotros mismos o que nos la estén colocando a nosotros. Porque, aunque no nos queremos enterar, nos puede tocar a cualquiera y en cualquier momento.

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