MADRID 7 Oct. (OTR/PRESS) -
Tienen la administración, la tele y la calle. Ahora quieren, además, irrumpir en las casas, penetrar en la intimidad del hogar y allí interrogar, marcar y señalar. El secesionismo no tolera que nadie ni nada escape, ni siquiera tenga refugio a su propaganda obsesiva e intimidatoria ni siquiera en el lugar donde pudiera sentirse a salvo no ya de ella sino de la vigilancia, del señalamiento, de la coacción. Porque el que te llamen al timbre y anoten tu reacción, te marquen con una cruz de "desafecto" o tengas que fingir el serlo no es propio de democracia alguna, es síntoma y símbolo de dictadura. Suena porque, en su esencia es, a esos Comités Revolucionarios de los barrios de La Habana prestos a escuchar, espiar y denunciar a todo aquel que no comulgue con el régimen; suena, porque es, a marcar con la "estrella" a los "españoles" como se marcaba a los judíos, suena, porque es, a violencia soterrada y ejercida con ínfulas de matón que se pavonea y exhibe impúdicamente su dominio sobre quienes osen discrepar de él.
El separatismo -ya vale de eufemismos y memeces edulcoradas- lleva lustros y ahora ya alcanza su paroxismo en el asalto a los cerebros y a las gentes desde el parvulario hasta la senectud, desde la historia hasta la meteorología. Domina, sin apenas permitir replica ninguna, la casi totalidad del escenario público y desde luego los medios de comunicación, la televisión ante todo, reciclados, tras la sumisión y muerte del periodismo y su conversión y la de muchos periodistas en activistas, propagandistas y agitadores entusiastas de la causa, en el mejor vehículo de trasmisión de consignas, de manipulación de masas y de adoctrinamiento masivo.
Por todos esos lugares que son todos los públicos campan a sus absolutas anchas, no solo ejerciendo a su total antojo sus derechos sino vulnerando los de los demás. Y ahora, un paso más, han decidido que en su acción tienen también derecho a asaltar, a violentar, a vulnerar con total impunidad la privacidad de quienes se les resisten. Que los "traidores" no tienen derecho ni a la intimidad.
La intimidación el acoso y hasta la agresión a los no separatistas es en Cataluña otra de esas "normalidades" que la imposición habitual y sistemática acaban por hacer que lo anormal, liberticida y antidemocrático acabe por ser considerado no solo aceptable si no, lo que hay que hacer. Así el insulto, la coacción en las más variadas formas y hasta la agresión como han sufrido personas de los diferentes partidos defensores de la Constitución, sean PP, UPyD, Cs -el PSC todavía no sabe/no contesta- no tiene ni siquiera derecho a queja. Ni aunque sea a la puerta del colegio donde como madre acude Alicia Sánchez Camacho con su hijo para encontrarse con el insulto y el acoso, como sucedió ayer y se reitera como una forma de violencia que se escuda en que no hay, todavía, golpe de por medio.
Pero de eso hasta ahora quedaba al menos el refugio de lo privado, de la propia casa, de tu última intimidad. Pues no. Desde ya no. El separatismo está en la puerta. Y si no le dejas entrar quedarás marcado. No llevan camisas pardas, ni brazaletes con cruces. Es más, te llamaran "fascista" a ti si no les abres. Como se lo han gritado a quienes impedían hablar. Pero es el fascismo lo que está en ellos y lo que asoma por detrás de la estelada cuando tocan al timbre de tu hogar.