MADRID 10 Dic. (OTR/PRESS) -
Con motivo del 30 cumpleaños de la Constitución, miles de ciudadanos se han acercado al Congreso de los Diputados y han aguardado largas colas para visitarlo aprovechando las jornadas de puertas abiertas, con una emoción y la sensación de estar disfrutando un auténtico privilegio pegada a la piel, que se echa de menos a veces entre los propios 'padres' y 'madres' de la Patria. Por más que el presidente del Congreso se esfuerce año tras año -y presidente tras presidente, por cierto - en repetir, molesto, que el escenario de escaños casi vacíos que tan a menudo nos muestra el Congreso no significa que los parlamentarios sean unos vagos que faltan a su puesto de trabajo con el mayor descaro y que aunque no les veamos pueden estar trabajando en sus despachos o en alguna otra dependencia de la Cámara, a mi me parece que estas ausencias son tan difíciles de entender como de explicar. Una batalla perdida
El absentismo no es aleatorio, como sería normal, si otra tarea inesperada o urgente reclamase al diputado durante un pleno fuera del hemiciclo, si no selectivo. Si se han fijado, los diputados siempre faltan durante los debates, nunca a la hora de votar. Esto a mi me resulta de lo más llamativo porque en el debate es donde se abordan y contrastan los diversos puntos de vista sobre los problemas y las distintas fórmulas que aportan los distintos grupos parlamentarios para solucionarlos. Pienso que es lo que más debía interesarles ya que escuchar al otro es la condición imprescindible de todo diálogo, y al Parlamento los diputados se entiende que van es a dialogar sobre la mejor manera de servir al bien común y a los ciudadanos. La votación debería ser la consecuencia de ese diálogo previo. Una votación razonada. Pero el afán de poder la ha convertido en el objetivo del Pleno, aunque por falta de "escuchantes" la emisión del voto se haya convertido en un ejercicio mucho más sectario que racional
Creo que todos perdemos con ello, no solo el prestigio de las Cámaras. También la credibilidad de una institución fundamental de la democracia como es el Parlamento ante los ciudadanos allí representados. La propia calidad de la democracia, en suma. Solo para votar lo que te digan y sin saber ni qué, no necesitamos tantos diputados, con uno por grupo parlamentario basta... ¿o no? Me lo pregunto medio en broma, pero si el absentismo continúa conseguirán que (no solo yo) nos lo acabemos preguntando más que en serio.
Consuelo Sánchez Vicente