MADRID 18 Feb. (OTR/PRESS) -
Cuando pienso que la campaña electoral aún no ha empezado me dan escalofríos, pero así es, hasta el próximo viernes no estaremos oficialmente en campaña. ¿Les quedará algo por prometer para entonces al PSOE y al PP? Seguro que sí. El 'papel', como se suele decir, lo aguanta todo. Los ciudadanos, sin embargo, parece que no. Pese a lo avanzado de la subasta, el pertinaz empate técnico entre Zapatero y Rajoy sigue sin dar síntoma alguno de remitir en todas las encuestas, todas parecen la misma desde hace ya meses, incluso la del CIS. La estrategia de prometer de todo para movilizar el voto lo único que está haciendo crecer es la indiferencia ante las elecciones del 9 de marzo.
El problema es de 'credibilidad'. Todos somos amos y amas de casa, todos tenemos una casa que administrar y un dinero para atender las necesidades de nuestra propia familia. Ese dinero, poco o mucho, da para lo que da, no es infinito. Todos sabemos que, para llegar a fin de mes, hay que quitar de aquí y poner allí. Las familias que no ajustan los gastos a los ingresos suelen acabar mal, en la ruina, eso es algo que los ciudadanos sabemos de sobra. Y un país se parece mucho a una familia, también tiene su prepuesto. Como en las familias, los gobernantes responsables deben ajustar los gastos a los ingresos para no arruinar al país, y además, dejar algo para imprevistos. Las promesas del PSOE y del PP no son gratis, cuestan un buen dinero; pero Zapatero y Rajoy se están comportando como si el dinero creciese en los árboles.
A oferta gratis, demanda infinita, dicen los economistas; y es verdad. La diferencia entre administrar una casa y administrar un país es que los gobernantes tienen la obligación de ser especialmente cuidados y rigurosos con el capítulo de gastos porque este es un dinero que sale del esfuerzo de los ciudadanos, de nuestros impuestos. Pero en la puja por el voto en que están empeñados Zapatero y Rajoy, los dos parecen 'disparar', en vez de con la seriedad que cabe esperar de quien juega con dinero público, con la alegría y la superficialidad de quien dispara 'con pólvora del Rey'. Les escuchamos como quien oye llover. La subasta es tan absurda que, según advertía este fin de semana una encuesta, los ciudadanos ni siquiera nos molestamos en recordar quién promete qué. Uno de los dos, Zapatero o Rajoy, será el próximo presidente del Gobierno; pero, a tres semanas de las elecciones, ninguno de los dos convence más que a sus propios 'convencidos'.
Consuelo Sánchez-Vicente