Actualizado 14/02/2008 01:00

Consuelo Sánchez-Vicente.- Un Rector indigno

MADRID 14 Feb. (OTR/PRESS) -

La universidad es uno de los pocos ámbitos de autogobierno no sujetos al poder político que aun le quedan a la "sociedad civil", goza de un estatus jurídico tan especial que ni la policía puede entrar en los campus ni mucho menos en las aulas sin permiso del rector, y no solo la policía, los ayuntamientos, por ejemplo, ni siquiera pueden asfaltar las calles del campus o extender a las mismas el antipático sistema recaudatorio de pagar por aparcar en la vía pública -las famosas rayas "verdes" y "azules"- sin permiso de la autoridad académica. Es decir, del Rector de esa universidad

El fin último de este estatus tan especial es algo tan noble como preservar la libre circulación del saber; es decir, garantizar al profesorado la libertad de cátedra, que no es otra cosa que la absoluta independencia del profesor para impartir sus enseñanzas sin más cortapisa que el respeto a la verdad, para hacer efectivo el derecho de los alumnos al conocimiento sin censura, intromisión o restricción interesada o partidaria alguna. Pero, en algunas universidades españolas, el sectarismo político amenaza el simple intercambio de ideas

Además de periodista, soy profesora universitaria, y como miembro de la comunidad universitaria me siento especialmente entristecida por la agresión que un par de docenas de bárbaros - me niego a llamarles alumnos - han perpetrado en la universidad de Santiago contra una conferenciante. Pero, la impunidad con que han actuado precisa de la complicidad del Rector, por lo que, a la tristeza, debo añadir la enorme vergüenza que me ha producido el cobarde comportamiento de esta autoridad académica, quien, además de no amparar con su presencia el derecho a no ser agredida por sus ideas de la conferenciante, como era su deber, impartió órdenes a través del vicerrector a la escandalizada decana de la Facultad violada por los bárbaros, la Facultad de Económicas, para impedir que la policía pudiera defender físicamente a la agredida.

La conferenciante se llama, como todos sabemos, María San Gil, dirigente del PP vasco, perseguida por ETA; pero da igual como se llame: la indignidad de la máxima autoridad de esa universidad, el rector de Santiago Senén Barro, sería la misma. La libertad de expresión es especialmente bienvenida en los templos universitarios del saber, pero las agresiones no son libertad de expresión. En lugar de defender la libertad agredida, el rector ha preferido complacer a los dirigentes del BNG que en el Parlamento gallego se negaron a condenar a los bárbaros porque la agredida "era del PP". Lo del BNG no me escandaliza: son una secta. Que una Universidad tan prestigiosa como la Compostelana esté en manos de alguien capaz de venderse por un plato de lentejas políticas, sí.

Consuelo Sánchez-Vicente.

Contenido patrocinado

Foto del autor

Francisco Muro de Iscar

Políticos, ¡convertíos!

Foto del autor

Fernando Jáuregui

La interesante 'doctrina Armengol'

Foto del autor

Victoria Lafora

Hoy se zurran, mañana pactan

Foto del autor

Carmen Tomás

30.000 millones de gasto en un mes