MADRID 3 Abr. (OTR/PRESS) -
El hábito no hace al monje, ni el cargo al líder político. Los cargos se pueden heredar, pero el liderazgo hay que ganárselo. Y soltar lastre es imprescindible para conseguirlo. Si tu quieres poner en marcha tu propio proyecto, lo primero que tienes que hacer es rodearte de gente que comparta ese proyecto y prescindir de quienes no crean en él. Todo cambio de equipos entraña un trauma para los relegados, y requiere su tiempo; pero cuando llega el momento de hacerlo hay que hacerlo, o adiós proyecto y adiós líder. Felipe González y "el clan de la tortilla", Aznar y "el clan de Valladolid", Zapatero y "los pepiños"... ¿Qué hicieron si no lo que ahora está haciendo Rajoy al situar al frente de la nave popular a "los marianistas"?
A Rajoy le ha costado tanto prescindir de quienes fueron sus compañeros de travesía que casi se le pasa el arroz; pero la toma del Congreso por los "marianistas" augura, en mi opinión, una nueva refundación del PP. Quienes se decían sus amigos y hoy le critican por hacer justo lo que hasta hace cuatro días le criticaban no haber hecho, despegarse de la sombra de Aznar, me parece que deberían hacerse mirar la coherencia. Y los delfines y las delfinas que en plena campaña de las elecciones del 9-M se autopostularon para sucederle, tendrán que esperar a mejor ocasión. Como los abuelitos y las abuelitas inteligentes, Rajoy no piensa repartir su herencia en vida. No se ha dejado engatusar por las carantoñas de sus audaces nietecillos y nietecillas. Se ha dado cuenta de que, en realidad, querían mandarle a una residencia.
¿Y ahora qué? No lo sabemos. La política es muy puñetera, y cuatro años son una eternidad. Si el actual líder del PP será el candidato presidencial de los populares en las elecciones generales de 2012 lo dirá el tiempo, pero el primero de los misterios "marianos" ya está resuelto. Queríamos saber si Rajoy tiraría la toalla o daría la batalla, y ya lo sabemos. El actual líder del PP ha decidido jugar este partido con sus "sorayas" y sus "sorayos". Los pretendientes, como en la historia de Penélope y el velo, podrán seguir comiendo de la mesa de Ulises, pero, como en la historia, el Navegante ha vuelto, se ha plantado en medio del festín con los suyos, y no parece dispuesto a dejarse arrebatar el trono de la Itaca popular... al menos fácilmente.
Consuelo Sánchez-Vicente.