Actualizado 16/10/2010 14:01

Esther Esteban.- Más que palabras.- Chile en el corazón.

MADRID 16 Oct. (OTR/PRESS) -

En este mundo de la globalización todo es inmediato, instantáneo, efímero y por supuesto mediático. Tengo que reconocer que yo también pasé la noche en vela esperando con emoción el rescate de los 33 héroes chilenos. Yo también me alegre de vivir en una época en que los avances humanos hacen posible el milagro de que un grupo de hombres valerosos enterrados vivos hayan podido salvarse gracias a una prodigiosa operación de ingeniería. ¡Como resistirse a ser testigo de una experiencia así!

Hay dos palabras que definen bien lo ocurrido: esperanza y solidaridad. Todo Chile, con su presidente al frente, decidió no tirar la toalla, no rendirse ante una aventura incierta porque no había esfuerzo imposible si de salvar vidas se trataba. Es verdad que la historia no era nueva, que se trataba, una vez mas, de ganar el pulso a la devastadora fuerza de la naturaleza implacable ante la debilidad del ser humano. Otra vez David frente a Goliat, el esfuerzo y la debilidad del pequeño frente a la fuerza arrolladora del gigante.

Han sido cerca de mil personas la que han estado trabajando en la mina San José en los últimos meses y millones de ciudadanos de todo el mundo los que han visto una retransmisión que nos ha recordado a todos la llegada del hombre a la Luna. Cuando la cápsula "Fenix-2" diseñada con la ayuda de la NASA bajó hasta los 622 metros de profundidad y pudimos ver como los mineros saludaban a su rescatador el corazón nos dio un vuelco y contuvimos temerosos la respiración los 15 minutos que duró el suspense hasta que ¡Por fin! Florencio Ávalos subió a la superficie y volvió a nacer, sensación que se repitió uno a uno con todos sus compañeros.

Las escenas de emoción y júbilo que se vivieron en los alrededores de la mina San José, se sintieron con la misma intensidad en todo el mundo gracias a las nuevas tecnologías, pero pasada la euforia es el momento de la reflexión y también de la critica. Se ha dicho que todo lo ocurrido en el desierto de Atacama tenía los ingredientes de una tragedia griega y yo lo comparto porque allí se han dado cita la vida y muerte, la injusticia, la pobreza, el miedo, la angustia, y también el bien y el mal, la grandeza y la miseria del ser humano. Es cierto que cuando el final es feliz, toda la tragedia vivida hasta llegar al desenlace tiende a olvidarse y eso es bueno porque resulta reconfortante, pero sólo si se aprende de los errores se pueden cerrar algunas heridas.

Sabemos que la operación rescate ha sido cara, carísima, pero con que una pequeña parte de este dinero se hubiera destinado en garantizar la seguridad en esa y otras muchas minas de Chile todo esto hubiera sido innecesario. Ha dicho el presidente de ese país, Sebastian Piñera, que la riqueza del mismo no es el cobre sino los mineros y tiene razón pero todo este esfuerzo y este acto colectivo de colaboración y solidaridad no serviría de nada si otros compañeros siguen trabajando en otras minas en tales condiciones de trabajo.

Solidad si, felicidad, también y ¡cómo no! reconocimiento a un país que se ha convertido por derecho propio en referente político, social, económico y ahora también moral de toda la zona, pero cuando se apaguen las luces y los focos, cuando todo vuelva a ser rutina y normalidad lo urgente es que una tragedia así no se repita y se pongan los medios necesarios para evitarlo. Sea como fuere estos días todos hemos sido chilenos y tenemos a ese gran país en el corazón.

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