Ha sido una legislatura espesa, crispada, llena de tensión e insultos y absolutamente demoledora en términos de fortalecimiento democrático de las instituciones. Son tan pocas las leyes que se han conseguido consensuar entre todos los partidos que, con los dedos de una mano, tendríamos de sobra.
Una de las leyes a la que todos dieron su bendición, salvo el PP -que aun no apoyándola decidió no hacer oposición con ella- fue la cacareada Ley de Igualdad de la que yo me mostré en su día absolutamente partidaria, confiando en que su aplicación serviría, entre otras cosas, para que los partidos políticos incluyeran a más mujeres en sus listas electorales.
Cual ha sido mi decepción al saber que la mayoría de los partidos han buscado triquiñuelas para dejar sin efectos prácticos a la ley, por mucho que estén obligados a cumplirla. EL 9-M serán las primeras elecciones generales en las que se aplique la ley, de tal forma que las listas no pueden tener menos de un 40% ni más de un 60% de candidatos de ninguno de los sexos y ¿cuáles serán las consecuencias? Ninguna.
Resulta que si se repitieran unos resultados idénticos a los del 2004, en el hemiciclo de la carrera de San Jerónimo solo se sentarían cinco mujeres más que en la legislatura que concluye.
¿Por qué? Pues porque una vez hecha la ley se ha hecho la trampa. El truco más utilizado por los aparatos de los partidos ha sido no solo aplicar la letra de la ley por el lado que más perjudica a las mujeres -es decir, que son excepcionales los sitios donde son el 60% de mujeres- sino cuidar mucho que sean hombres quienes figuren en los puestos de salida o hacer una configuración de las famosas listas cremallera especialmente diseñada para el sexo masculino.
La trampa es fácil. Se hace una lista cremallera, sí, pero si un hombre la encabeza y si el número de electos es impar habrá siempre más diputados que diputadas. El dato es tan decepcionante como demoledor: solo un 25 por ciento de las provincias tienen a una mujer como cabeza de lista en su cartel electoral y los hombres encabezan el 75 por ciento de las listas electorales igual en las elecciones pasadas.
Si de muestra vale un botón, solo en cuatro capitales -Barcelona, Girona, Granada y Málaga- el duelo entre PP y PSOE será entre mujeres y en el resto, desgraciadamente, se puede dar por bueno ese razonamiento rancio y machista de que "la política sigue siendo cosa de hombres".
La igualdad, en este caso revestida por la pompa y el boato de un ley, se ha quedado solo en aplicar su letra y ni siquiera a rajatabla, aunque el espíritu de la misma haya sido masacrado por ese mundo oscuro de ambiciones de medio pelo que se esconde en los llamados "aparatos" de los partidos.
Ya se sabe que ellos se lo guisan y ellos se lo comen y... poder lo que se dice poder se sigue escribiendo en masculino y singular.
Esther Esteban.