MADRID 26 Mar. (OTR/PRESS) -
Tenía razón Giulio Andreotti: no es el poder lo que desgasta, lo que lamina es la oposición. Como prueba, ahí están las largas vacaciones del líder de la oposición. Ha perdido las elecciones, han estado a punto de jubilarle, algunos de su barones y baronesas trabajan a destajo anudando pactos y pensando en el congreso de junio, su vencedor Zapatero ha tenido tiempo de nombrar portavoces en el Congreso y en el Senado, los terroristas de la ETA han explotado una bomba de setenta kilos en el centro de Calahorra; los pronósticos sobre la marcha de la economía parecen un cuadro de Caravaggio... pero él, Mariano Rajoy Brey, ni está, ni de momento, se le espera en los telediarios. Eso es lo que se llama tomarse la vida con calma.
Quienes confunden prudencia con premiosidad hablan de la tendencia de Rajoy a contemplar los problemas con distancia y recuerdan que la legislatura promete ser larga y que es a Zapatero a quien corresponde mover ficha. Es una forma de ver las cosas. Pero la política sólo es ajedrez a ratos. Y más en este tiempo en el que la imagen lo es todo; en el que la apariencia prima sobre el ser. Y, ¿Qué dicen hoy las apariencias? Pues que Zapatero tiene la iniciativa: por haber ganado las elecciones y por la ventaja que le otorga desde la oposición la premiosidad del hombre que quiere reinar pero, en el fondo, no le gusta guerrear y espera que sean otros quienes pierdan las batallas.
Fermín Bocos.