Actualizado 05/10/2010 14:00

Fernando Jáuregui.- No te va a gustar.- Puede que Zapatero no haya perdido del todo, quién sabe...

MADRID 5 Oct. (OTR/PRESS) -

Y ahora, ¿qué? Y ahora, debería pasar algo: lo de este domingo no fue un episodio que se pueda tomar a la ligera, ni circunscribirlo solamente a la tensionada organización socialista madrileña. Si hubiesen sido unas elecciones generales, dudo que hubiesen sido seguidas por la 'opinión política' -que no opinión pública_ con más pasión que estas primarias madrileñas, en las que el 'maldito' Tomás Gómez ganó apretadamente a la 'oficialista' Trinidad Jiménez en el combate por ser el candidato socialista a la Comunidad de Madrid. El apoyo del 'aparato' a la ministra de Sanidad fue de tal calibre, tan intenso y descarado, que su derrota implica desde a Zapatero hasta al último ministro, pasando por la ejecutiva federal del PSOE, con el hasta ahora omnipotente José Blanco a la cabeza.

Ha sido, y todos los advertíamos desde hace tiempo, un enorme error, sostenido desde La Moncloa y desde el 'cuartel general' de Ferraz, esa descalificación permanente de Gómez y el respaldo sin fisuras a Jiménez. Que incluso la 'gran esperanza blanca', el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, se haya distinguido por sus improperios al secretario general de Madrid agrava el diagnóstico y hace valer la tesis de quienes afirman que el 'poszapaterismo' ya ha comenzado. Las bulliciosas 'bases' del PSOE han formalizado una suerte de rebelión, encarnada, quizá a su pesar, por un Gómez prácticamente desconocido. Desconocido, claro está, hasta que, hace dos meses, el 'aparato' le pidió que, a la vista de las encuestas, que le daban como claro perdedor frente a la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, cediese la candidatura a la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, en principio mejor valorada en las encuestas.

Lo que nadie contemplaba es que la pelea interna en la familia socialista madrileña -y no sólo madrileña, claro está_ iba a potenciar sobremanera a ese Gómez, que, hasta su negativa tajante a dejar el puesto, provocando estas primarias, era un 'don nadie' político, pese a haber sido el alcalde más votado de España en su localidad de Parla. Hoy, Tomás Gómez es, al margen de sus evidentes defectos y virtudes políticos, toda una personalidad, el hombre que se atrevió a hacer frente nada menos que a Zapatero y a sus 'enviados especiales' el vicepresidente Manuel Chaves y el ministro de Fomento y vicesecretario general, José Blanco. Sin contar con el 'choque de trenes' con Rubalcaba.

Esa insurrección fue, además, el primer síntoma de que el poder de ZP comenzaba a resquebrajarse. Lo sintomático ahora es que ha tomado carta de naturaleza ese concepto, el 'poszapaterismo' por el que, hace tres semanas, quien suscribe le preguntaba a José Blanco en uno de esos tumultuosos desayunos políticos empresarial-periodísticos. "¿Quién habla de poszapaterismo?", replicó, ante los micrófonos, el ministro y vicesecretario. "Yo no he oído nada de eso", zanjó.

El caso ahora es que lo fácil es decir que los perdedores son, más que 'Trini' (que sigue estando relativamente bien valorada, en comparación con la mayor parte de los ministros, en las encuestas), Zapatero, su lugarteniente José Blanco y el 'delfinable' Rubalcaba. Casi nada. Yo, sin embargo, no estoy tan seguro de que las cosas hayan de ser necesariamente así: el PSOE ha dado la imagen de que alberga una buena dosis de democracia interna (pese a que el ex ministro Asunción no haya podido concurrir a las primarias en la Comunidad Valenciana y pese a todas las zancadillas y maniobras orquestales en la oscuridad). Y es obvio que el gran triunfador de su propia y valiente apuesta es Tomás Gómez, ahora casi tan conocido en Madrid como la mismísima Esperanza Aguirre, la teóricamente imbatible 'lideresa' popular. Es algo que los mandamases del PSOE podrán esgrimir: que las primarias han servido para potenciar al candidato socialista, que ahora puede mirar casi cara a cara a Aguirre. Y que se han respetado las reglas internas del juego.

Claro que todos tendrán que sacar consecuencias de lo ocurrido este domingo, comenzando por Zapatero, que ha cometido multitud de desaciertos en este capítulo, y por Blanco, que parece haber pensado que el PSOE es su coto de caza privado. Puede que Trinidad Jiménez, que ha desatendido su Ministerio en estos meses, también haya de reflexionar sobre su futuro político, tras haber aceptado tanto patrocinio oficialista: quizá deba reciclarse un tanto. Y el propio Tomás Gómez habrá de gestionar con suma cautela su victoria, que ha sido apretada: él sabrá si debe convertirse en un rebelde con causa o si, como parece que ha optado, debe alinearse en primera fila tras la estela de Zapatero, a la espera de nuevas oportunidades... y de los acontecimientos. A todos, más les vale ofrecer una imagen unida en la siempre inestable organización socialista madrileña si quieren tener alguna oportunidad de no darse el gran batacazo en las elecciones del próximo mes de mayo, antesala de las generales de marzo de 2012. Las elecciones, ya digo, de la nueva era.

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