MADRID 24 May. (OTR/PRESS) -
Hay que advertirlo de entrada: estamos viviendo momentos importantísimos para el futuro de la democracia española, porque están en tela de juicio muchos más valores de lo que podría parecer a simple vista. El desarrollo de la campaña electoral, que debería haber sido municipal y autonómica, pero ha sido muchas más cosas y ha puesto al descubierto las debilidades de toda una clase política, ha resultado sintomático.
¡La que está cayendo en esta recta final de una campaña electoral que ha sido, una vez más, atípica! Atípica, entre otras cosas, porque de nuevo ha sido ETA, esa odiosa pesadilla que nos nubla la vista desde hace casi cuatro décadas, el eje de la campaña. Por hechos, por controversias entre los demócratas a cuenta de la banda asesina y por mil rumores: ahora dicen que Josu Ternera vuelve a ocupar preeminencia negociadora. Y que el Gara publicará el día menos pensado más 'material' sobre las negociaciones que el Gobierno mantuvo con la banda, dónde, cuándo y con qué contenidos. Muy preocupante, en fin, por la sensación algo caótica que va cundiendo en la ciudadanía.
Y precisamente porque existe esta cierta sensación de confusión en buen número de españoles, porque da la impresión de que se da poca coordinación en ámbitos del Gobierno, incluso porque se habla bastante, por ejemplo -sin que nadie salga a atajarlo--, de desacuerdos del ministro del Interior con Zapatero en el tema clave del proceso de paz, es por lo que hay que pedir una dosis suplementaria de responsabilidad a la oposición. Es decir, al Partido Popular, que hoy por hoy es la única oposición real que existe y que, en mi opinión, debe abrirse a un diálogo constructivo con otras fuerzas.
Hay que admitir que Mariano Rajoy ha hecho una campaña bastante buena. Centrada en mensajes más bien positivos, aunque no renuncie -ni tiene por qué hacerlo, supongo_ a sus diagnósticos tremendistas sobre la trayectoria del Gobierno. Moderado, entusiasta, con las dosis mínimas de escepticismo que a veces le han hecho poco creíble, Rajoy ha tenido, en resumen, un buen tono en esta campaña. Ha dado la impresión de ser una alternativa viable.
Lástima que el PP esté lleno de adherencias contraindicadas en estos momentos. No, no es solamente Aznar. Son algunas personas que se proclaman a sí mismas como 'líderes sociales', bien sea entre los funcionarios, entre los periodistas o entre las víctimas del terrorismo. Para no citar a algunos elementos del propio PP que suenan a 'deja vu', a que están de vuelta a la hora de ofrecer un mensaje alentador a la sociedad. Son muchos, incluso dentro del PP, quienes opinan que Rajoy tendría que cortar con estos apéndices que lastran su ascenso hacia La Moncloa, tiene que depurar aún más su mensaje, tiene que convencer a los reticentes sin partido ni opción de que el PP lucha contra la corrupción del ladrillo con el mismo celo con el que proclama que practica esta lucha; que cree en las libertades -incluyendo la de expresión-- más allá de exigir que la palabra 'libertad' figure en las pancartas; que contará con todos cuando llegue al poder, y no será solamente cosa de camarillas y de reparto del pastel, como hemos visto en algunas comunidades controladas por el PP.
Frente a todo ello, una maquinaria, la del PSOE, arrolladora. Un partido bien engrasado, que da la sensación de no creer ya en lo que predicaba hasta hace bien poco. No ha sido tampoco mala la campaña de Zapatero, teniendo en cuenta que, como Rajoy, hablaba en plan primarias, mirando hacia las elecciones generales de marzo. Todos, en realidad, han mirado más hacia La Moncloa en esta campaña que hacia sus propios ayuntamientos. Pero ocurre que el Gobierno ya no convence de lo que dice. Y, como le ocurrió a Aznar con Irak, Zapatero podría, pese a los apoyos que mantiene, pagar una factura muy elevada en esas próximas elecciones con la vista puesta en el sillón de La Moncloa.
¿Está el PP en condiciones de ganar esas elecciones generales, dado que lo de las autonómicas y locales parece ya página pasada, aunque aún no se hayan celebrado? Puede que sí, puede que no. Las encuestas no son nada concluyentes, aunque el desgaste de quien gobierna se vaya acentuando (a menos, claro, que haya buenas noticias procedentes de ETA). Pero en ningún caso obtendrá el PP la mayoría suficiente para gobernar, ni puede esperar apoyos decisivos de plataformas 'anti-PSOE' como la que representa la serie de personalidades dignísimas que se agrupan en torno a Rosa Díez y Fernando Savater, los nombres de moda (efímera, es de temer).
No; el camino de Rajoy hacia La Moncloa pasa por sus acuerdos con los nacionalistas. Acuerdos deseables, que pasarán, claro, por un lenguaje nuevo en el PP que poco tenga que ver con el de Aznar o los de algunos de quienes fueron sus ministros (no, no es el caso de Rajoy). Apasionante reto el de Mariano Rajoy, en todo caso: se lo está jugando todo. Continuará.
Fernando Jáuregui.