Actualizado 27/03/2010 13:00

Fernando Jáuregui.- La tropa de la radio 'buena'.

MADRID, 27 Mar. (OTR/PRESS) -

Aprendí periodismo a través de la radio y eso que cuando comencé mis estudios en la universidad era otra radio, la obligatoria, la única, la del 'parte' de noticias convenientes. Luego llegó la explosión de las radios privadas, y fue la libertad. Siempre me sentí a gusto en la radio, en las diversas cadenas en las que he colaborado y en las que, debo decirlo porque así fue, siempre pude expresarme como me dio la gana. Luis del Olmo fue uno de mis maestros, y lo digo porque estos días nos hemos congregado un par de centenares de amigos en torno suyo para pedirle que siga aferrado al micro -la sociedad lo necesita- y que le den algún premio de prestigio de los que andan coleando por ahí.

Entre mis muchos maestros en este bello sacrificio de la información -Luis María Anson, Valerio Lazarov, cada cual en lo suyo--, algunos me enseñaron, sobre todo, radio, que es el medio al que yo suelo definir como el más caliente e inmediato: al fin y al cabo, la gente te lleva con ella al comedor y al dormitorio y eso, digo yo, repitiendo siempre una broma que provoca una cierta risa en el auditorio, une mucho. Y, además de con mi muy respetado Del Olmo, he tenido la oportunidad de trabajar con Javier Ferrari, y con Ernesto Sáenz de Buruaga, y con Carlos Herrera, que es más joven, y con Carlos Alsina, que lo es mucho más, así como con Félix Madero y Pepa Sastre, que ídem. De todos he aprendido mucho más de lo que yo haya podido aportarles. A Iñaki Gabilondo, con quien nunca pude estar, lo escuchaba con veneración, y sigo haciéndolo. Tanto él como Del Olmo hicieron que se me escapase una lágrima de agradecimiento cuando escuché, presentados por el maestro Mingote, sus respectivos discursos cuando les hicieron doctores 'honoris causa' por la Universidad Carlos III: expresaron las mismas preocupaciones profesionales, éticas y estéticas que a mí me impulsan, y me sentí, se lo dije, orgulloso de ser su amigo.

Sí, me encuentro, lo confieso y lo proclamo, entre quienes promueven que algún premio periodístico importante en reconocimiento a toda una trayectoria profesional vaya a parar ahora al veterano periodista leonés. Ya va siendo hora de aparcar intereses y banderías para reconocer el mérito de quienes verdaderamente lo tienen. No andamos demasiado sobrados de relumbrones como para andar dejando pasar ocasiones de premiar a quienes han sido, son, nuestros modelos. La radio española, a veces víctimas de grandes desmanes por parte de locutores más atentos a sus filias, a sus fobias y a sus intereses que al interés de la sociedad, ha sido, en general, escuela de convivencia, de tolerancia y de apertura informativa. Y muchos de los citados en este artículo han sido abanderados de esas virtudes.