MADRID 25 Abr. (OTR/PRESS) -
No hay como mirar el periódico por la mañana, escuchar la radio o ver los primeros informativos de televisión para comprobar que hay días en que uno no debería levantarse de la cama. Los titulares más que informar, amenazan: "La crisis inmobiliaria reduce a la mitad el superávit del Estado". Para empezar, primero no había "crisis". Y segundo, ¿no se habían hartado Solbes y Zapatero antes de la campaña, en campaña y después de la campaña, a decirnos que el superávit no sólo nos colocaba en la mejor posición europea sino que, además, nos permitía fuelle para los dos años que iba a durar la crisis... y que ahora ya son tres, por lo menos?
"El temor a que el BCE suba los tipos lleva al euribor a máximos de siete años", dice otro periódico. Euribor, es decir, subida de hipotecas; es decir, más endeudamiento familiar; es decir más hipotecas que no se pagan; es decir, los bancos son cada vez más empresarios de la construcción o inmobiliarios; es decir, crisis. "La incertidumbre -insiste otro titular- sobre la economía de EE.UU. incide más en la percepción de riesgo que en la situación actual de las familias".
Vale, pero cuando ya no sea percepción sino seguridad, lo que nos espera podrá ser fácilmente perceptible por cualquiera. "La CEOE acepta la subida del salario mínimo a 800 euros pero reclama que se retrase a 2010". De acuerdo, ¿pero qué piensa Zapatero de todo estos? Porque lo que importa es lo que haga el presidente y mucho menos, por las consecuencias reales, lo que diga la CEOE. La patronal insiste: "La CEOE pide medidas agresivas para no crear 500.000 parados más?". ¿Cómo casa eso con la promesa del Gobierno de recolocar, no se sabe cómo ni dónde, a todos los que la construcción ya ha mandado o va a mandar al paro? No se sabe.
Por si no tienen bastante, todo en una mañana, ahí va otro titular: "Solbes ignora el coste total de la rebaja de 200 euros y de otras medidas de choque?". Aquí podríamos negar la mayor, porque no hay un verdadero plan de choque, sino un conjunto de medidas menores, fruto de promesas puramente electorales y de acciones de marketing. Pero, además, ¿qué importa que se sepa lo que van a costar las medidas del Gobierno? ¿O es que, de saberlo, iba a cambiar algo? La culpa es de la economía que anda como enloquecida y obcecada, no del Gobierno que negaba la crisis y sigue sin hacer nada efectivo para luchar contra ella. Y, mientras, los políticos, unos y otros, hablando de sus cosas.
Francisco Muro de Iscar.
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