MADRID 14 May. (OTR/PRESS) -
Mientras en China siguen buscando desaparecidos, contando muertos, midiendo la magnitud del seísmo y esperando impotentes la posibilidad de nuevas réplicas, aquí en España el Partido Popular sigue sufriendo su propio terremoto político. Con el epicentro localizado en la derrota electoral del 9 de marzo, no pasa semana en la que no se produzcan nuevas réplicas. La decisión de María San Gil de desmarcarse de la ponencia política de la que era coautora es la última, y su magnitud es muy relevante.
Mientras las salidas de Eduardo Zaplana y Ángel Acebes se daban por descontadas, y la inquietud se ha suscitado sólo por el formato, el desmarque de María San Gil no se esperaba. Todo lo contrario. Convertida por su propio partido en símbolo de tantas cosas, desde la firmeza frente al terror hasta el dique de contención contra el nacionalismo vasco, contrapuestas siempre por el PP a la tibieza del PSOE en estos asuntos, Mariano Rajoy quiso traérsela a Madrid para poner rostro a su candidatura como número dos, antes de descubrir al prematuramente amortizado Manuel Pizarro.
Quizás buscó Rajoy acomodar mejor a una mujer que despierta simpatías transversales en toda España pero que ha demostrado escasa capacidad para recaudar votos y generar aliados políticos en el País Vasco, en un momento en el que la premisa del "más vale solos que mal acompañados" de la que hizo gala el PP en la pasada legislatura, tiene los días contados si el partido aspira a salir del agujero de la oposición. Y quizás ese intento de desplazamiento vestido de promoción sea la verdadera causa del distanciamiento de San Gil respecto a su líder y el asunto de la ponencia haya sido sólo el pretexto para escenificarlo.
Pretexto sobre pretexto, el ala desafecta, la oposición doméstica, se ha lanzado en tromba para apoyar a San Gil y, por el mismo precio, atacar a Rajoy. Las declaraciones de Esperanza Aguirre, Ángel Acebes, Ana Botella o Gustavo de Arístegui han dirigido la carga de la prueba hacia la dirección del partido con el ciego argumento de autoridad de que, si San Gil ha dado ese paso, sus razones tendrá. No han esperado ni a leer la ponencia ni a oír a las partes implicadas. Para qué esperar el juicio si algunos ya han dictado sentencia.
Isaías Lafuente.