MADRID 25 Feb. (OTR/PRESS) -
Este primer lunes de campaña, como el otro lunes de la campaña oficial, tienen un atractivo singular, llamado debate televisivo entre los dos máximos contendientes. Hay otros adversarios, pero tienen poco que decir, y nada que hacer. La IU de Llamazares, la CiU Durán y el PNV de Urkullu no tendrán más remedio que recoger las migajas que les dejen el PSOE de Zapatero-Solbes y el PP de Rajoy y Pizarro. Y buena parte de esa 'cosecha de votos' previsible, se determinará este lunes y el lunes siguiente, en los dos grandísimos debates. ¿Serán amables y relajados? Cabe suponer que no. Que cada cual hará uso de sus más terribles descalificaciones contra el adversario. Lo contrario sería difícil de explicar, después de cuatro años de 'miércoles sangrientos' en el Congreso. Y de una docena de manifestaciones callejeras, en las que Rajoy cedió protagonismo a Alcaraz, pero no las banderas y hasta el himno nacional, para atacar al contrincante, el inquilino que se arrebató la Moncloa con actuaciones irregulares...
De aquella derrota del 14-M nadie se ha olvidado en el PP, y mucho menos Rajoy, a quien le quedó sin revelar la lista de ministros que ya tenía preparados en el bolsillo. Ahora aspira a sacarse aquella espina, por la sencilla razón de lo que dice de manera permanente, porque se lo cree profundamente: que él es mucho mejor persona, puede ser muchísimo mejor político, y puede hacer por España muchísimo más de lo que ha hecho o podría hacer su rival. Pero como eso es una suposición, y como está en la voluntad de los electores, es por lo que combatirán 'a muerte' y sin la menor contemplación, con todos los argumentos que estén a su alcance. Del debate de Solbes y Pizarro criticaron algunos analistas que no se hubiera llegado a las manos. Por ejemplo, Solbes pudo haberle echado en cara los quince millones de euros -finiquito, venta de acciones, sueldos finales- logrados en su despedida de Endesa, tras un debate en el que logró que el precio de la acción de la eléctrica se duplicara, aproximadamente.
Zapatero acaba de declarar que "la economía no puede con el finiquito de Pizarro", como un anticipo o aperitivo de la argumentación que empleará, con bastante probabilidad. Y el propio Rajoy tampoco ha ahorrado palabras de descalificación permanente y 'atroz': "Soy más equilibrado, moderado y razonable que Zapatero", proclama Rajoy. Y también: "Sé qué hay que hacer para que las cosas vayan mejor. Con ellos, volveremos al paro y al despilfarro"... Es decir, tiene el mejor criterio y opinión sobre sí mismo, y el peor de los posibles sobre su adversario. Por eso, por el bien de España y por su propio futuro político, Rajoy tampoco se andará con contemplaciones ni obras de caridad. Segundos fuera. Llega la hora de la verdad, en el cara a cara de este lunes por la noche. El resto de la campaña, y acaso de la legislatura siguiente, ya no serán iguales...
José Cavero