MADRID 1 Oct. (OTR/PRESS) -
La huelga del miércoles se ha medido por sectores de actividad: para algunos, como las grandes fábricas de automóviles, fue total. Para otros, como el pequeño comercio o el funcionariado, resultó muy reducida en dimensiones. La euforia de los sindicatos se redujo al comprobar la mala reacción generalizada en la prensa escrita y en las tertulias, si bien entienden que el seguimiento fue muy similar a la de 2002, que consideran un éxito porque acabó con el decretazo. Esta vez, sin embargo, la reducción del consumo energético fue menor. Esta huelga, además, se realizaba contra un Gobierno del PSOE, con la peor crisis de la democracia, con cuatro millones de parados y muchos trabajadores con miedo a ser despedidos, y en medio de una severa campaña de descrédito de los medios conservadores contra las centrales y sus líderes...
El Gobierno, principal objetivo de la protesta, aplicó una estrategia distinta a todos los Ejecutivos anteriores. En vez de minimizarla o criticarla, José Luis Rodríguez Zapatero decidió apostar por una huelga de guante blanco. Por primera vez se pactaron los servicios mínimos en el transporte, y se cumplieron. El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, evitó dar una cifra global, alabó la "responsabilidad" de los sindicatos, y evitó hacer hincapié en los incidentes con los piquetes, que se centraron especialmente en Madrid y Barcelona. "Ha tenido un seguimiento desigual, y un efecto moderado", fue lo más duro que dijo Corbacho. Y a renglón seguido, el Gobierno ha tendido la mano a las centrales, intentando no romper los lazos con los sindicatos, especialmente con UGT, en la que milita el 60 por ciento del Grupo Parlamentario Socialista, Zapatero incluido.
Zapatero quiere reunirse cuanto antes con los sindicatos y dejar atrás la huelga. Sin embargo, no hay ninguna posibilidad de que el Ejecutivo rectifique la reforma laboral, según fuentes oficiales. La decisión está tomada, forzada por la presión del mercado de deuda y por las instituciones europeas, y no hay marcha atrás posible. A su vez, los sindicatos no quieren oír hablar de esa mano tendida del Gobierno si no rectifica. Exigen que Zapatero retire la reforma laboral que abarata el despido, porque facilita acogerse al de 20 días por año frente al de 45 con una simple previsión de pérdidas. La fractura en la izquierda es evidente. Los huelguistas, y los manifestantes, que forman el corazón del electorado socialista, dieron un "cierto", aunque limitado, espaldarazo a los sindicatos. El propio Gobierno evitó negar la huelga, como hizo el de Aznar en 2002, aunque la patronal se encargó de esa tarea. El presidente de CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, llegó a decir que sólo había huelga donde había piquetes. "No ha habido huelga general hoy en España", dijo Arturo Fernández, de CEIM, la misma frase que usó en 2002 Pío Cabanillas y remató Mariano Rajoy, entonces vicepresidente: "Ha sido muy parcial".
La huelga fue desigual, pero a tener en cuenta. La descripción más habitual era que parecía un día festivo... El Metro de Madrid, que funcionó a medio gas pero funcionó, iba medio vacío en hora punta. Casi no hubo autobuses. El tráfico fue el de un festivo. Las grandes fábricas, los grandes mercados, algunos puertos como el de Valencia, pararon. La SEAT de Martorell dejó de fabricar 1.700 coches, según la empresa. Ciudades como la industrial Vigo vieron parar a la Citröen, los almacenes de Inditex también pararon, y en muchas ciudades como Sevilla hubo grandes manifestaciones que remató la de Madrid. Los medios también sufrieron la huelga. Los periódicos, con ediciones muy limitadas y un importante porcentaje de periodistas en huelga, apenas llegaron a los quioscos. Las tiendas, en su mayoría, sí abrieron. Pero hubo poca actividad. El Gobierno y los sindicatos UGT y CCOO han dado cifras dispares al alcance de la huelga general de ayer, pero han evitado una "guerra" de porcentajes al no poner en cuestión los datos del contrario "para no entrar en controversia".
El Gobierno se ha escudado en que la huelga ha sido "muy dispar" para evitar precisar una cifra global de seguimiento, que ve "desigual y con efecto moderado". Por su parte, los sindicatos cifran en el 71,3 por ciento de participación. Y por sectores, hay de todo. Y hay recuentos muy desiguales en cada parte. Los sindicatos y sus piquetes, no hay duda de que siguen teniendo fuerza, pero hay un sector de la opinión reacio a Méndez, Toxo y sus banderitas sindicales. No es que estén felices con la marcha de las cosas, pero tampoco quieren esta clase de redentores sindicales...