MADRID 25 Nov. (OTR/PRESS) -
Un padre que acudió a los tribunales ha logrado que el juez le dé la razón y mande retirar los crucifijos y símbolos religiosos del colegio público vallisoletano donde estudia su hija, y ésta decisión ha sido aplaudida como un triunfo del laicismo. Vaya por delante que me parece que la escuela pública debe de ser aconfesional, y que el adoctrinamiento religioso debe de permanecer en el ámbito privado. Sin embargo, de la misma manera que me irritaba profundamente que durante décadas este país tuviera que ser "oficialmente católico", y si alguien no lo era tenía que enfrentarse al sistema porque suponía ponerse casi fuera de la legalidad, ahora me preocupa esa batalla por tierra, mar y aire contra la religiosidad en general, y el catolicismo y cristianismo en particular.
La verdad es que no tendría por qué haber ningún conflicto entre Estado y religión ya que en los Estados modernos no hay interdependencia, cada cual ocupa su espacio. De manera que ese enfrentamiento que se está dando viene de los fundamentalistas de ambos bandos. Me explico. Hay sectores religiosos que no terminan de asumir esa separación entre Iglesia y Estado, y hay sectores civiles que tienen un odio decimonónico al catolicismo, que la verdad resulta inquietante. Por decirlo claramente: hay fanáticos en ambos sectores, fanáticos que son incapaces de convivir pacíficamente con quienes no piensan como ellos y lo que pretenden es imponerse al contrario.
Lo cierto es que desde la Transición aquí no se había producido ese enfrentamiento agrio e irreconciliable entre laicistas y católicos. Creo que se había conseguido hacer buena la frase de Cesar: "A Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar". Pero de repente han coincidido en la "dirección política" y en la "dirección religiosa" de nuestro país personas bastante intolerantes respecto a los principios y creencias del otro. Creo que la Iglesia Católica debería de preguntarse por qué están aumentando el número de apostasías, porque las iglesias están cada vez más vacías, porque no logran conectar con los ciudadanos, e incluso muchos creyentes terminan militando en la indiferencia respecto a la Iglesia. Creo que la actual cúpula de la Iglesia española no ha hecho las cosas bien sino todo lo contrario. La cúpula de la Iglesia católica española intenta meterse en terrenos que no le corresponden puesto que son de la política.
De la misma manera que creo que desde la llegada al poder del presidente Zapatero se ha azuzado el laicismo como bandera, y se ha elegido una política de confrontación con la Iglesia, haciendo lo imposible por ningunearla y molestarla. Vamos, que ni Zapatero ni Rouco son los mejores interlocutores, y ambos, cada uno a su manera pero coincidiendo en los ademanes suaves, son intransigentes e incapaces de escuchar ni tener en cuenta las razones del otro.
La guerra de los crucifijos me parece innecesaria. Creo que los católicos tienen derecho a educar a sus hijos de acuerdo con unos principios, de la misma manera que quienes no son creyentes tienen los mismos derechos, pero para eso no debería de hacer falta acudir a los tribunales. El modelo educativo alemán permite que cada cual eduque a sus hijos como quiera incluso en escuelas públicas que son confesionales y viceversa. Tiene que haber una solución para que nadie vea sus derechos vulnerados, para que nadie se siente perseguido ni a nadie le impongan lo que no quieren tiene que haber un espacio común donde quepamos todos sin el fanatismo de los unos ni de los otros.
Julia Navarro.