MADRID 27 Nov. (OTR/PRESS) -
Aunque la petrolera Repsol no sea, pese a la nacionalidad formal de sus grandes accionistas, mucho más patriota (patriota de España) que Lukoil, pues el dinero y el poder constituyen la única patria, bien que transnacional, de los magnates, sí que parece una indecencia que la empresa que hasta hace poco pertenecía a todos los españoles, vaya a incorporarse al patrimonio de los rusos, y todo porque Sacyr Vallehermoso, que se hinchó a ganar dinero con el ladrillo cuando se ataban los perros con longaniza, ya no se forra lo suficiente para seguir enriqueciendo a sus propietarios y, al tiempo, devolver los préstamos de los bancos, que sólo al Pastor le debe, según creo, treinta y tres millones de euros, una cantidad de traducción imposible, por lo descomunal, a pesetas.
La hipocresía, la mentira y la doble moral es todo lo que, ante el escándalo de semejante despojo, sale de nuestra clase política: el gobierno del PSOE, que enarboló la bandera del patriotismo para oponerse al desembarco de los alemanes en Endesa, es ahora, por oscuras e inquietantes razones (misteriosas llamadas telefónicas al presidente incluídas), partidario sin apenas disimulo de la enajenación de buena parte del control de la energía de la que España depende, que es cosa de ver a Zapatero defendiendo muy convencido y muy serio no ya la libertad de empresa, sino su libertinaje.
Del otro lado, que es el mismo, enarbolan también el patriotismo que lamentablemente no tuvo el PP cuando, en el gobierno, privatizó Repsol y dejó al común de los españoles, o sea, a la patria, sin esa fuente de ingresos. Unos y otros, en fin, son grandes patriotas, pero con muchos patriotas como éstos la patria acabará, si se me permite la expresión, yéndose al carajo.
Rafael Torres.