Actualizado 03/04/2008 02:00

Rafael Torres.- Soraya

((Sustituye a la anterior del mismo título por corrección en la última línea))

MADRID, 2 (OTR/PRESS)

El nombramiento de Soraya Sáenz de Santamaría como portavoz del grupo "popular" en el Congreso poco tiene, salvo por la obviedad del cambio de nombre y de cara, de renovador, pues Soraya no ha sido ni es otra cosa que el intérprete fiel, el escudero leal, el "machaca" que se diría en ambientes marginales, de quien más representa el pasado reciente de su partido, Mariano Rajoy. Descartada su designación por éste, pues, como un adelanto de ninguna operación renovadora de ideas, actitudes y mensajes, operación que hasta el propio Fraga solicita por puro pragmatismo, cabría interpretarla, entonces, como el intento de Rajoy de llegar al Congreso que el PP habrá de celebrar en junio con la fortaleza que confiere el control de los diputados, pues otro control, la verdad, no tiene. Y no lo tiene, en primer lugar, porque carece del carisma, del temperamento o de la mala leche necesaria para ejercer el ordeno y mando sin que nadie rechiste, al contrario que el infausto Aznar o que el propio Fraga, que hacían moverse al personal a toque de corneta, y en segundo lugar porque el aval de haber perdido dos elecciones generales consecutivas (¡con los empleos y las bicocas que se pierden con eso!) no es buen aval, sino antes al contrario, para agavillar esperanzas, voluntades y ambiciones en torno a su persona.

Poniendo a Soraya, una mujer muy trabajadora pero de perfil político muy bajo, Rajoy se pone él mismo (pero descargado de bastante curro) al frente no ya de su partido en la Cámara, sino al frente de las cámaras, de la atención mediática y de la propaganda, con los beneficios que eso conlleva para la promoción personal, pues supone que esa promoción habrá de serle muy útil en junio, e incluso mientras llega junio, para quitarse de encima a los que, hoy silentes y conspirativos, quieran disputarle la poltrona y el título de candidato en los comicios del 2012. Por lo demás, y en lo que concierne al ciudadano interesado en la vida parlamentaria, Soraya parte con una ventaja, bien que con una sola: No es Zaplana.

Rafael Torres.

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