MADRID 27 Jun. (OTR/PRESS) -
La Comisión de Medio mbiente, Agricultura y Pesca del Congreso de los Diputados ha aprobado una proposición no de ley, en la que insta al Gobierno a adherirse antes de noviembre al "proyecto gran simio", que es una iniciativa de los partidarios de que se reconozcan los "derechos humanos" de los grandes primates (gorilas, bonobos, orangutanes y chimpancés).
Hace algún tiempo hubo otro intento de hacer algo semejante, pero fue derrotado con bastante pitorreo. No es de extrañar, porque el asunto se presta mucho al chiste fácil. Ahora, en cambio, no ha ocurrido lo mismo. Poco a poco, pues, se va abriendo paso uno de los errores de consecuencias más devastadoras para eso que hemos venido en llamar la civilización occidental, que consiste en despojar al hombre de su singularidad entre todos los demás seres vivientes sobre la faz de la Tierra.
Parece un asunto menor, pero no lo es en absoluto. La sola idea de unos "derechos de los animales" destruye desde su raíz todo el Derecho, e introduce el peor de los virus conocidos contra la libertad, que es la arbitrariedad. Los animales no tienen derechos, no pueden tenerlos, del mismo modo que no pueden tener obligaciones, porque no son dueños de sus actos, y por lo tanto la noción de responsabilidad no les puede ser aplicada.
Otra cosa distinta es que los hombres tengamos obligaciones hacia los animales, como las tenemos también, por ejemplo, hacia las cosechas, que ya el venerable Derecho romano prohibía destruir, por muy dueño del campo que fuese el pirómano.
Se puede, y se debe, establecer un catálogo de prohibiciones en el trato que los hombres dispensamos a los animales. De hecho, existe ya una normativa muy profusa para animales de compañía, de laboratorio, para los destinados a la caza, para el transporte de ganado, para su sacrificio en mataderos.
Pero esto de ahora es radicalmente diferente, porque parte de una base totalmente distinta como es el reconocimiento de unos inexistentes e imposibles derechos de los animales. El tremendo error puede colar fácilmente, porque desde Esopo hasta Walt Disney estamos muy acostumbrados a "humanizar" a todo tipo de bichos. Pero pretender que los Estados equiparen los animales a los hombres sólo puede conducir a equiparar los hombres a los animales.
Ramón Pi.