MADRID 20 Jun. (OTR/PRESS) -
La Miembra sería un hallazgo magnífico. El Sonriente Congelado necesita a una mujer -eso era innegociable- dotada de las siguientes cualidades: buen aspecto físico, cierta juventud, mucha ignorancia en cuestiones de cultura general, experiencia de la mala leche que hay que gastarse en política, carencia completa del más mínimo átomo de sentido del ridículo, ambición probada, devoción a la succión del dinero público y docilidad ovina al jefe. Parece imposible que exista semejante espécimen. Pero hay que buscarlo.
Un candoroso observador de nuestra vida pública podría preguntarse para qué diantre puede servir un personaje adornado -es un decir- de estas características, si no es para arruinar todo lo que toque. En cierto modo la pregunta tiene su fundamento. Lo que ese hipotético ciudadano olvida es que su éxito consistiría precisamente en arruinar todo lo que tocase. El Sonriente Congelado pone a la Miembra a toquetear, sobar y manosear cosas serias y respetables, y, zas, quedan arruinadas más pronto que tarde. Si no fuese por la Miembra, se notaría demasiado que el Sonriente Congelado está animado por un espíritu destructor ("deconstructor", diría el cursi de Derrida) de la cultura judeocristiana y todo lo que significa. En cambio, gracias a la Miembra se diluirían muy bien las responsabilidades.
Además, la Miembra serviría para otros cometidos indirectos sumamente interesantes: por ejemplo, cuando hubiera que distraer la atención de algo urgente y grave, como la crisis económica o la corrupción que vuelve a asomar su fea cara bajo un Gobierno socialista, ahí estaría la Miembra haciendo el ridículo, profiriendo sandeces y provocando al personal. ¿Cómo lograr este efecto anestésico, si no?
Pero habría que tener mucho cuidado con la Miembra, porque, como queda dicho, ha de tener muy, pero que muy mala leche. Y además, ha de aprender rápido. Por ejemplo, debería aprender en seguida a querellarse contra los periodistas que no se la tomasen en serio. Menos mal que, al menos hasta ahora, el Sonriente Congelado aún no ha encontrado a la Miembra. Si no, esto no me habría atrevido a escribirlo.
Ramón Pi.