Actualizado 30/11/2012 13:00

Rosa Villacastín.- El Abanico.- Las aguas vuelven a su cauce en Zarzuela.

MADRID, 30 Nov. (OTR/PRESS) -

¿Lavado de imagen? Más bien hay que enmarcarlo en el deseo de la Infanta Cristina de ver a su padre el Rey, después de que a éste le operaran de la cadera en la Clínica de San José de Madrid. Una petición a la que Don Juan Carlos no podía oponerse, salvo que echase mano de la lógica de la razón, en vez de la lógica del corazón. Algo que no hizo entre otras razones porque quien le pedía autorización para visitarle era su hija, a la que él también deseaba darle un abrazo después de tantos desencuentros, de tantas lágrimas y suplicas.

Un encuentro que iba avalado por la Reina Sofía, por la Infanta Elena y también por el Príncipe Felipe, a quien no le conviene mostrarse en público excesivamente duro con su hermana, por más que el cuerpo le pida dar esquinazo a su cuñado. No lo hizo y eso hay que encuadrarlo en el plano estrictamente familiar. Un asunto delicado en el que el heredero debe andarse con pies de plomo, ya que cualquier gesto a favor o en contra de la Infanta puede ser mal interpretado y convertirse en una tormenta de imprevisibles consecuencias, ahora que todos los ojos están puestos en él, en la Princesa Leticia, y en el futuro de ambos.

Situación que han sopesado el jefe de la Casa del Rey, Rafael Spotorno, y Javier Ayuso, Jefe de Comunicación de Zarzuela. Dos profesionales muy avezados en cuestiones de imagen, ya que son los artífices del vuelco dado en cuanto a la política informativa de Palacio se refiere. Pues si bien es cierto que a su llegada se encontraron con situaciones de difícil manejo como la imputación de Iñaki o las cacerías del Rey, también lo es que ahora son ellos los que marcan las líneas a seguir, lo que favorece el entendimiento entre los periodistas y la Familia Real, y a la imagen de la propia Familia Real.

Que la Reina vuelva a brillar con luz propia, quiere decir que ha ganado la más dura de las batallas, la de ejercer de Reina y de madre sin que eso suponga un choque de intereses en su propia casa. Basta con verla para comprender que aunque haya cosas de difícil solución, la mayoría de los problemas que aquejan a las parejas se pueden arreglar hablando, y es lo que han hecho los Reyes, hablar e intentar que cicatricen las heridas, porque no están los tiempos para desavenencias, sino para unir, para mostrar la fortaleza de una institución que si bien es cierto que a veces hace aguas por las costuras, también lo es que gracias a la personalidad del Rey, a su afán de ayudar a que se solucionen los graves problemas que aquejan al país, la imagen de la monarquía ha mejorado sustancialmente. Ahora solo falta saber qué dirá la noche del 24, en su discurso a la nación, del que tanto se espera porque alguien debe decir al país en qué situación estamos y si se atisba algún rayo de esperanza en el horizonte o no.