Actualizado 15/01/2010 13:00

Rosa Villacastín.- El Abanico.- Carolina está triste, qué tendrá Carolina.

MADRID, 15 Ene. (OTR/PRESS) -

La vida de Carolina de Mónaco ha estado marcada por los hombres que eligió como compañeros de viaje, en algunos casos de cama, de baja cama. Siendo como es una de las princesas más bellas y elegantes de Europa, el último golpe se lo ha asestado su tercer marido, Ernesto de Hannover, con quien se casó después de perder en un estúpido accidente marítimo al único que le dio estabilidad y tres hijos que son su vivo retrato, Estefano Casiragui.

Claro, que poco podía esperarse de una persona, en este caso de Ernesto, que si por algo se ha caracterizado a lo largo de los últimos años es por su carácter violento, sus malas maneras y su afición a la bebida. Tres ingredientes que han precipitado la ruptura. Ahora bien, que Carolina no debía unir su destino al de Ernesto es algo que le aconsejaron todas las personas de su entorno más intimo, ya que le conocían bien tras muchos años de amistad sincera con el matrimonio Hannover. Por aquel entonces él estaba casado con Chantal, la íntima de Carolina, la que la consoló tras la muerte de Casiragui, pero a la que no dudó en arrebatarle el marido a la primera oportunidad que se le presentó, pensando quizá que sólo ella podía cambiar al problemático aristócrata, mientras lo que de él esperaba es que le diera una estabilidad sentimental de la que carecía, un estatus social que nunca se ha reconocido a los descendientes de Rainiero y Grace de Mónaco y que la familia Hannover sí tiene, ya que está emparentada con lo más granado de la realeza europea, incluida la Reina Sofía.

Siendo esto mucho, aún podía darle más, o eso pensó ella, podía aportar un poco de alegría al vetusto Principado de Mónaco, convertido tras la muerte de la madre en una especie de jaula de oro, de la que Carolina pretendía huir por la puerta grande, y a donde ha vuelto porque es ahí donde se encuentra segura, junto a su familia y donde ella es la reina indiscutible.

Que Carolina se trasladase el miércoles pasado a Alemania para testificar en defensa de su ya ex marido -en el juicio por la agresión del aristócrata al propietario de una discoteca en Kenia-, demuestra hasta qué punto se toma en serio su papel de princesa que tiene que guardar las formas, por más que le duela el corazón. Algo que no hace Ernesto, a quien se ha visto recientemente en brazos de otra mujer, lo que sin lugar a dudas habrá molestado a Carolina.

No sé si como dicen la letra con sangre entra, en el caso de Carolina han sido los reiterados desplantes de Ernesto lo que le ha obligado a poner punto final a su relación. Recuerden aquella imagen de Carolina desfilando por la alfombra roja, camino de la Catedral de la Almudena, mientras su marido dormía la mona en un lujoso hotel de Madrid. Para esto mejor sola.