MADRID 15 Oct. (OTR/PRESS) -
El Gobierno ha decidido una vez más castigar a los autónomos lo que demuestra que su compromiso es puro maquillaje. La decisión de subir las cotizaciones sociales vuelve a ensañarse con un colectivo que lleva años soportando la mayor carga administrativa y fiscal del sistema. Más de tres millones de trabajadores por cuenta propia, auténticos valientes que arriesgan sus ahorros y su estabilidad personal para sacar adelante sus proyectos, vuelven a ser los grandes olvidados -o más bien, los grandes castigados- por las políticas económicas del Ejecutivo.
Mientras la economía del día a día se tambalea, los autónomos se enfrentan a un panorama desolador: costes disparados, consumo contenido, y una administración que, en lugar de aliviarles, decide apretarles todavía más el cuello. La nueva subida de cotizaciones llega en el peor momento posible, cuando muchos apenas logran mantenerse a flote. No hay plan de apoyo, no hay incentivos reales, solo más cargas. El Gobierno presume de solidez del mercado laboral, pero la realidad que viven las pequeñas empresas y los autónomos desmiente esos titulares triunfalistas. Detrás de los datos maquillados se esconde una economía real que no despega, una productividad estancada y un tejido empresarial que pierde confianza día a día. A todo esto se suma el caos burocrático que ahoga a las pymes con trámites interminables, nuevas normativas, impuestos cambiantes y decisiones adoptadas sin diálogo con los afectados. El Ejecutivo legisla de espaldas a quienes crean riqueza, empleo y progreso. Y ahora, además, amenaza con una nueva subida del salario mínimo (SMI) sin tener en cuenta el impacto real que ello tendrá en los pequeños negocios.
Reducir la jornada laboral, subir el SMI y aumentar las cotizaciones suena bien en un mitin, pero sobre el terreno destruye márgenes, empleo y futuro. No hay estrategia ni visión, solo parches ideológicos y medidas improvisadas. Mientras tanto, el autónomo que paga impuestos aunque no facture, sigue siendo el chivo expiatorio de una política económica desconectada de la realidad. El resultado es previsible, más cierres, más economía sumergida y menos confianza. Emprender sigue siendo un acto de fe y de resistencia frente a un Ejecutivo que, en vez de apoyar, castiga a quienes se atreven a crear riqueza.