MADRID 8 Oct. (OTR/PRESS) -
La derrota de Trinidad Jiménez, la candidata apoyada por Zapatero en las primarias del PSOE de Madrid, ha reabierto, tanto en los medios de comunicación como en las propias filas socialistas, el debate sobre la conveniencia o no de que el actual presidente del Gobierno y secretario general del partido sea el candidato del PSOE en las elecciones generales previstas celebrar en la primavera del 2012. Debate que el propio afectado deja abierto cada vez que le preguntan por la cuestión, ya que, como señala el "manual", se limita a decir que ahora "no toca" decidir esa cuestión ya que toda su energía la está dedicando a la labor de gobernar y de sacar a España de la grave crisis económica.
Seguramente, Zapatero quiere ganar tiempo para tomar esa decisión. Tras el previsible mal resultado que el PSOE va a tener en las elecciones autonómicas en Cataluña el próximo 28 de noviembre, que muy probablemente acarreará la pérdida del gobierno de la Generalitat, la siguiente fecha en rojo en el calendario será la del domingo 22 de mayo, día en que habrá elecciones en trece comunidades autónomas y en todos los ayuntamientos de España. Si el PSOE pierde esas elecciones y el PP recupera poder municipal y autonómico, es muy probable que o bien Zapatero renuncie voluntariamente a ser candidato en el 2012, o por el contrario, como ningún partido político tiene, en principio, una tendencia natural al suicidio, los movimientos internos dentro del PSOE para obligarle a hacerlo subirán de tono y en intensidad.
Este pasado verano, el prestigioso semanario económico The Economist publicaba un artículo sobre España en el que decía que las siguientes elecciones generales las ganaría aquel de los dos grandes partidos que, antes de estas, tomara la decisión de cambiar a su actual líder. Es una forma fina como otra cualquiera de decir que Zapatero y Rajoy son dos personas, por distintos motivos, "quemados" en términos políticos. No parece que el actual presidente del PP esté muy por la labor de renunciar ser candidato, sobre todo cuando todas las encuestas le dan una ventaja a su partido que oscila entre los seis y los 14 puntos, aunque el nivel de confianza que el político gallego suscita está en el mismo nivel que su rival.
Por lo tanto, parece más factible que de haber un cambio de candidato, este sea en las filas socialistas. ¿Se imaginan el efecto balsámico que tendría para el PSOE un anuncio de Zapatero en la línea de que pensando en los intereses de su partido, renuncia a seguir siendo el cartel electoral y propone para esa tarea, por ejemplo, a un socialista de prestigio y bien considerado internacionalmente, como Javier Solana? Ese sería el momento en que a quien le recorrería un escalofrío por el cuerpo sería a Mariano Rajoy, que conoce de sobra tanto la eficacia de la maquinaria electoral del PSOE como de su capacidad de recuperación cuando le vienen mal dadas. Y sino que recuerde lo que le pasó al PP en 1996 cuando Aznar ganó las elecciones. Todas las encuestas les daban a los populares en torno a diez puntos de ventaja y las elecciones las ganó solo por uno, es decir, por 300.000 votos.