MADRID 10 Sep. (OTR/PRESS) -
Al proclamar que está dispuesto a gobernar sin el concurso del Legislativo (el Parlamento), Pedro Sánchez anuncia que su intención es gobernar por decreto. Nunca había sido tan claro y tan inquietante el tic autoritario. Nos anuncia que, por falta de apoyos suficientes en el Congreso, lo que no pueda aprobar lo procurará por la vía del decreto y pasará al BOE sin el trámite del preceptivo debate parlamentario. En lugar de abandonar la estrategia frentista desarrollada durante lo que va de legislatura -al Partido Popular, ni agua- y tratar de negociar y buscar consensos, Sánchez anuncia más de lo mismo: gobernar contra media España. Un anuncio que resulta inquietante.
También da que pensar que cuando lo anunció en la reunión del Comité Federal no se escuchó una sola voz advirtiendo hacia donde puede conducir esa deriva autoritaria. Bajo el mando de Pedro Sánchez el PSOE de nuestros días se ha convertido en una organización robótica, de asentimientos colectivos alejados de la tradición de los debates que antaño caracterizaban al partido tanto en el Comité Federal como en las agrupaciones locales. Como organización ha mutado convirtiéndose en un instrumento de acción política al servicio de un líder que es quien traza y define sin interferencias una hoja de ruta orientada como objetivo prioritario, incluso único, a preservar el poder a cualquier precio. Actúa ya sin tapujos porque ha cruzado todas las líneas rojas que parecía imposible cruzar -cambios en el Código Penal, ley de Amnistía, cupo para Cataluña- sin que en el PSOE hayan vuelto a pararle los pies como sí lo hicieron en 2016, cuando quienes formaban parte del Comité Federal se percataron de su ambición.
Al anunciar que pretende gobernar obviando el escrutinio y control del Parlamento proclama que está dispuesto a saltarse una de las líneas rojas que delimitan el perímetro de lo que entendemos por un sistema democrático donde los poderes del Estado son independientes y el Legislativo controla al Ejecutivo. Mal asunto.