Publicado 11/02/2020 08:00

Fernando Jáuregui.- Quiero morir con dignidad. Y también vivir con ella

MADRID, (OTR/PRESS)

Debate este martes en el Congreso de los Diputados -al fin, el Parlamento parece que se pone en marcha. Ya era hora_ sobre una ley de eutanasia que todo indica que va a salir adelante, poniéndose de esta manera fin a una muy larga polémica, a retrasos no muy justificables en la tramitación y a un debate de años que tiene mucho de maniqueo, de impostado. Claro que yo quiero tener derecho a morir con dignidad, cuando las condiciones sean inapelables y yo lo elija; pero sabiendo que nadie va a interpretar mi voluntad a su antojo o al albur de su presunta buena intención. Quisiera, sí, morir con dignidad, porque yo lo quiera. Y, antes que eso, vivir también con esa misma dignidad.

Este nuestro es un país en el que se pelea hasta el final -nunca peor dicho_ por el derecho a una muerte digna, y me parece bien frente a tanto tabú e imposiciones ideológicas. Pero mucha menos inquietud suscita entre nuestros gobernantes el derecho a una vida digna. Pregunté a la 'número dos' del PSOE, Adriana Lastra, por su valoración, y la de su partido, acerca del 'informe Alston', que tan duramente critica las condiciones de vida de al menos muchos miles de personas -millones dicen organizaciones como Caritas_ en nuestro país, y apenas supo qué responderme: no es esa cuestión que figure en la agenda de prioridades de nuestros partidos, enzarzados en otras batallas.

Creo en la necesidad de bien morir, por supuesto. Y, cuando los cuidados paliativos no bastan, o se hacen ya de veras imposibles, por supuesto la eutanasia, siempre y cuando se solicite de manera suficientemente explícita y comprobable. Y ya está. Pero creo aún más en la vida y me duele tanto alboroto en torno a la eutanasia cuando poco ruido he escuchado sobre la necesidad de un pacto de Estado contra la exclusión, por ejemplo. No hemos oído nada de esto a nuestros próceres.

Comprendo, por otro lado, que cuestiones que afectan a nuestra existencia, como a la eutanasia o, en otro orden de cosas, el aborto, son temas especialmente sensibles, que a nadie agradan: hemos visto demasiados sufrimientos como para mirar hacia otro lado. No podemos volver el rostro a una realidad que ya está perfectamente regulada en casi todos los países europeos. La ley, presumiblemente, se aprobará, porque tiene la mayoría más que suficiente para ello. Ahora, a ver cómo se regula todo lo demás. O sea, la vida. Todos los aspectos que pueden mejorar nuestra vida. Que también son muchos, aunque pocos se acuerden, de verdad, de ellos.

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