MADRID 8 Dic. (OTR/PRESS) -
Los católicos vivimos estas semanas el llamado tiempo de Adviento, la preparación de la llegada del Señor y un momento para la reflexión y para la conversión "porque está cerca el reino de Dios". Nadie sabe el día ni la hora en que será llamado a rendir cuentas y hay que estar preparados siempre. Hay demasiados católicos de misa de doce los domingos que miran para otro lado cuando se encuentran al pobre, al diferente, al necesitado, al hermano. Católicos que alardean de ello y que consideran que por recibir el bautismo y acudir a la iglesia una vez por semana tienen derechos especiales. Pertenecen al "pueblo elegido", aunque maltraten al prójimo o exploten a los más débiles. Cumplir el proyecto de Jesucristo obliga a mirar la vida de otro modo. No basta con "ser", hay que dar fruto. La Iglesia nos llama en este tiempo no solo a un cambio individual, sino a crear un clima en la propia Iglesia, en la sociedad en la que vivimos, que propicie esa conversión a los reales valores de Dios. El primero, el amor a los semejantes, a los otros como a nosotros mismos y, desde luego, a Dios. No es fácil esa conversión en un mundo tan hedonista donde cada uno busca su placer, pero o hay conversión o el cristianismo es una farsa. El Adviento es para los católicos el comienzo de un tiempo nuevo.
También lo debería ser en política. La mayoría de los políticos, especialmente ese grupo que tiene poder para cambiar las cosas, también debería hacer su tiempo de Adviento, su conversión a la democracia. Dada su incapacidad para gobernar para todos, para escuchar a los ciudadanos, para sustituir el insulto por el diálogo, para buscar acuerdos en lugar de promover el conflicto, la verdad para acabar con el engaño, puede llegar el momento en el cual los que se sienten defraudados den el poder a los que no creen en la democracia ni en la libertad de los ciudadanos, a los que solo buscan intereses partidistas o ideológicos, para acabar con el sistema de libertades que nos hemos dado y con la Constitución que nos ha hecho ciudadanos y no siervos.
No es suficiente un cambio individual, que es imprescindible; también hay que cambiar el clima negativo de enfrentamiento entre ciudadanos que algunos han creado artificialmente para ocultar sus corrupciones, sus ataques a los valores democráticos fundamentales a cambio de llegar al poder y seguir en él. Hay que celebrar dignamente los principios básicos de la democracia contenidos en la Constitución y promover signos de que son y deben ser respetados por todos.. Hechos, no palabras. Seguramente entre los ciudadanos de centro izquierda y los de centro derecha hay tantas similitudes y coincidencias como entre los de extrema izquierda y los de extrema derecha. Unos dicen que buscan la democracia y otros buscan romperla. Algunos creen que exacerbando a los extremos, se salvarán. Enorme error. Los políticos tienen que ayudar a la convivencia de todos y no al enfrentamiento. Y para proponer algo viable hay que saber de dónde venimos. Esta democracia viene de una transición modélica donde todos, independientemente de su ideología y de sus grandes diferencias, buscaban construir un país sólido y estable. Sin memoria no hay futuro. Hay que traer al momento presente lo que se vivió en el origen histórico y, sobre todo en el origen esencial de esa transición a la democracia.
Urge una "conversión" de los políticos en defensa de la democracia porque si no lo hacen así los que quieren acabar con ella pueden ganar la batalla. Y entonces será "el llanto y el crujir de dientes". No lo tendríamos que olvidar.