Publicado 20/11/2025 08:00

Rafael Torres.- El desfranquistizador que la desfranquistice

MADRID 20 Nov. (OTR/PRESS) -

Una de las consecuencias de no haber desfranquistizado España en su día es que siguió y aún sigue franquistizada, razón por la cual no cabe la sorpresa ante las simpatías que al parecer despierta entre un buen número de jóvenes y de no tan jóvenes la espectral imágen de aquél régimen instalado sobre medio millón de muertos, otro medio de exiliados y la ruina de la nación.

En el colegio no sólo no les contaron qué fué y qué supuso la sublevación militar del 36 que capitalizó rápidamente el infame personaje de cuya muerte se cumplen 50 años, sino que en sus libros de texto se pintó la II República Española no como el único antecedente democrático que fue, sino como un periodo turbio y violento que se se malogró exclusivamente por sus errores.

Tras la II Guerra Mundial se desnazificó, bien que demasiado someramente, la Alemania que había sumido a Europa y a su propio pueblo en el horror, facilitando con ello a las nuevas generaciones el tránsito por un mundo nuevo de democracia y libertad. Toda la Europa occidental pudo edificarse a partir de ahí sobre esos pilares, pero España no, ni fué entonces, ni en la Transición, ni en buena medida hasta ahora, desfranquistizada, ni la democracia urdida por los jóvenes falangistas agavillados en torno a Adolfo Suárez se implantó sobre cimientos sólidos y nuevos. El resultado: ese potaje de neofranquismo cocinado para los jóvenes y los ignorantes entre las redes sociales y lo que llevan oyendo toda la vida en casa.

La pervivencia del franquismo nunca removido no se encuentra sólo en las placas y los monumentos que todavía ensalzan la memoria de los verdugos, ni en los siniestros delirios de Vox, sino en tantos otros aspectos de la vida nacional, en la corrupción política sin ir más lejos, heredada directamente del régimen que se repartió España tras su conquista a pachas con las empresas afectas que aún siguen, con otros nombres, sobornando y corrompiendo. España, en fin, sigue franquistizada medio siglo después de la muerte del titular, y el desfranquistizador que la desfranquistice, que no puede ser sino la sociedad por consenso y en su conjunto, buen desfranquistizador será.

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