MADRID, 6 Ene. (Portaltic) -
Uno de los conceptos básicos del marketing es crear en el consumidor una serie de necesidades que estaban aletargadas o que directamente no existen para así lograr demanda y, con ello, ventas. En el mundo de la tecnología hay muchos ejemplos de marcas o productos que han logrado disparar sus ventas gracias a eso y a otras cosas, como labrarse una imagen de exclusividad o lujo.
Por ejemplo, los megapíxeles en una cámara han sido usados -no siempre, pero sí al alcanzar cierto punto- con un objetivo "marketiniano". Un 'gritón' de megapíxeles no va a dar mayor calidad de imagen y a partir de cierta resolución, ¿para que necesitas que la foto sea más grande? Sin embargo, cuando el usuario medio lee 13 megapíxeles en la caja, instantáneamente interpreta que esa cámara es mejor que una de 8, aunque no sea así.
Los 'smartphones' tampoco se han librado. Un teléfono es algo que podríamos calificar de imprescindible a día de hoy para llevar una vida normal tanto en lo social, como en lo profesional, aunque si nadie tuviese uno, podríamos relacionarnos perfectamente como lo hacíamos hace 20 años. Sin embargo, el móvil normal gozó de una rápida adopción y lo mismo ocurrió con el 'smartphone' porque ambas versiones del teléfono ofrecían muchísimas prestaciones básicas desde la misma toma de contacto: llamadas, mensajes, fotos... Cosas que nos viene bien utilizar en el día a día.
Después de eso, después del gran 'boom' de los móviles y los 'smartphones', los ingenieros se han estrujado la cabeza para seguir mejorando la tecnología y los responsables de 'marketing' se han devanado los sesos para crear conceptos que hagan a los consumidores querer y desear los nuevos productos y también para dotar de un halo de antigüedad y obsolescencia a sus predecesores.
Sin embargo, los teléfonos cada vez son más competentes y caen los precios, el ritmo de renovación está desacelerando... Las compañías necesitan crear nuevas categorías de producto, con los que seguir aumentando los ingresos y beneficios cada año y para eso han venido los 'wearables'. No tanto porque tú, consumidor, los necesites. A día de hoy ya han aparecido unas cuantas virguerías tecnológicas en este sector, como los Gear de Samsung o el LG G Watch R, que suelen servir de extensión del 'smartphone' y nos obligan a tener otro cacharro más que cargar todos los santos días.
Pero, ¿para qué sirve realmente un 'smartwatch'? En muchos casos, para medir la actividad física, pero eso ya es algo que hace el propio teléfono y, en un ejercicio de completo absurdo, en la mayoría de los casos necesitan del 'smartphone' para funcionar al 100%. También permiten controlar la reproducción de música del teléfono o almacenar su propia música (aunque lo que deberían es incorporar aplicaciones de 'streaming' en plena "era Spotify). Vamos, que no ofrecen una función que los convierta en necesarios para todo hijo de vecino.
Sin embargo, como decíamos, es una de las grandes apuestas de las compañías tecnológicas. Según la CEA, organización responsable de la feria CES Las Vegas que se está celebrando estos días, este mercado alcanzó en 2014 un valor de 100 millones de euros, tras venderse alrededor de 960.000 'smartwatches'.
Los 'smartwatches' llevan bombardeando el mercado durante algo más de un año y 2015 se perfila como la "gran ofensiva", con aún más dispositivos y nuevas marcas que entrarán en el sector, con Apple al frente. No obstante, los consumidores no lo tienen tan claro... Según una encuesta de Accenture, tan solo el 12% de los españoles tiene previsto adquirir un monitor de fitness wearable en los próximos 12 meses, exactamente el mismo porcentaje de usuarios que prevén hacerse con un reloj inteligente en 2015.
Es decir, que a pesar de que ya hay una oferta bastante razonable y que los precios están cayendo gracias al abaratamiento de los componentes y a la llegada de ecosistemas como Android Wear, los consumidores a día de hoy no terminan de ver los beneficios de un 'wearable'. Sin embargo, llama la atención que el marketing y la publicidad están haciendo su trabajo y aunque los usuarios no lo ven claro y no quieren dispositivos hoy, hay expectación creada: un 40 por ciento estima que comprará una pulsera de ejercicio de aquí a cinco años, porcentaje que sube al 41 por ciento en el caso de los 'smartwatches'. Vamos, que cuatro de cada diez españoles no saben para qué quieren un 'wearable', pero ya lo quieren.