El día en que los 180 expedicionarios de la Ruta BBVA se sintieron los amos del mundo como el dios maya Chaak

Visita de la Ruta BBVA a la ciudad maya de Calakmul.
ÁNGEL COLINA/BBVA
Europa Press Sociedad
Actualizado: lunes, 11 julio 2016 7:34


XPUHIL (MÉXICO), 11 (De la enviada especial de EUROPA PRESS, Ana Moreno)

En la Ruta BBVA todos los días son especiales. En cada uno de ellos se aprende algo, los expedicionarios conocen mejor a sus compañeros, se van estrechando las amistades. Pero hay días que son diferentes, que dejan un poso, que son recordados más que otros.

Es lo que ha ocurrido este domingo en la XXXI edición de la antes conocida como Ruta Quetzal. Los 180 jóvenes de entre 18 y 19 años iban a visitar una antigua ciudad maya, la de Calakmul, una más entre las seis que contiene la expedición de este año, pero hay días en que parece que los planetas se alinean y lo que tenía que ser una excursión más se convierte en más que una aventura.

Algo parecido ocurrió el segundo día de expedición, con la marcha nocturna por las playas de El Cayo para ver el desove de las tortugas marinas. Ese día todo salió a la perfección y los ruteros no sólo alcanzaron a ver de lejos una tortuga, sino que fueron tres y a una distancia de poco más de un metro.

Después, se echaron a dormir en la playa y cerraron los ojos observando la Vía Láctea y miles de constelaciones de estrellas de las que seguramente no conocían los nombres ni lo que representaban, aunque poco les importaba.

EN MITAD DE LA SELVA TROPICAL

Una semana después, ha vuelto a ocurrir. Para empezar, Calakmul no es la ciudad maya al uso que uno cree conocer de fotografías o anteriores visitas. Su extensión es mucho mayor --llegó a tener 70 kilómetros cuadrados-- y se emplaza en mitad de la selva yucateca, en una zona de no muy fácil acceso y, por tanto, alejada de las hordas de turistas que inundan este tipo de ruinas.

Como otras ciudades mayas, tiene varias pirámides o acrópolis imponentes, pero subir a ellas en medio de la selva le da un sabor distinto. Una selva tan espesa que los ruteros han podido descansar por un día del sol implacable que les ha venido persiguiendo casi desde que llegaron a México a finales de junio.

Y es más: al poco de llegar, ha sorprendido a la expedición una gran tormenta, una de esas que sólo ocurren en el trópico y que los antiguos mayas achacaban a los ruegos que dirigían al dios Chaak, una de sus deidades más importantes y al que más sacrificios entregaban.

Ataviados con sus capas de agua de color amarillo tan características de la Ruta desde hace años, los expedicionarios se han adentrado en la selva para ir descubriendo, una detrás de otra, las imponentes construcciones que edificó este pueblo apenas con sus manos.

HASTA 60.000 HABITANTES

La ciudad de Calakmul empezó a albergar habitantes en el año 500 a.C. y en su momento de mayor esplendor, hacia el siglo V d.C., llegó a tener más de 60.000. De hecho, este núcleo urbano llegó a competir con Tikal, la otra gran ciudad de la época, por el poder regional durante más de 200 años, hasta que finalmente fue vencida a finales del siglo VII.

La lluvia, los rayos y truenos no han sido impedimento para que los ruteros exploraran esta antigua ciudad. Es más, la violencia de la tormenta ha imprimido a la visita ese toque tenebroso pero al mismo tiempo seductor y estimulante que no han caracterizado a otras.

Desde lo alto de las pirámides, sobre todo de las más altas, que miden unos 50 metros, los ruteros se han llegado a sentir como quizá trataban de sentirse los antiguos mayas al construir esas edificaciones tan imponentes: como auténticos amos del mundo para estar lo más cerca posible de los dioses.

Hasta donde alcanzaba la vista, sólo la selva tropical y los restos de otras pirámides de Calakmul. Y más arriba, en el cielo, nubes negrísimas y algún que otro relámpago que ha pegado más de un susto a estos jóvenes, que por un día se han sentido un poco más pequeños ante magestuosidad del antiguo imperio maya.

En unas condiciones que habrían arruinado el día a muchos turistas, los expedicionarios, en cambio, no han dejado que cundiera el desánimo y por todos ellos ha rondado la emoción de saberse unos privilegiados por haber conocido la ciudad con la naturaleza en toda su magnificencia.

Últimas noticias sobre estos temas

Contenido patrocinado