MADRID, 12 Jul. (EUROPA PRESS) -
Los sacerdotes no dejan de servir después de retirados pero se dedican más a leer, orar y charlar con amigos en residencias sacerdotales, algunas de ellas regentadas por hermanas, a las que se acercan voluntarios para hacerles compañía.
Uno de estos sacerdotes es Antonio Sancho que, a sus 77 años y desde su silla de ruedas, "nunca" deja de estar al servicio de los demás, según recoge la revista Misión en su último número, con motivo de la clausura del Año Sacerdotal.
Así, Sancho explica que "está disponible para todo aquel que quiera hablar y rezar con él" y que, una vez retirado, "la lectura, la Eucaristía, la oración y las charlas con sus amigos sacerdotes de la casa son parte de su día a día".
El sacerdote, que actualmente reside en la casa sacerdotal San Pedro Apóstol (Madrid) --regentada por la hermana Graciela Cruz, superiora de la comunidad de cuatro Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazaret--, sintió la llamada de Dios a los doce años, se ordenó en Madrid en 1972 y dedicó toda su vida a la pastoral de pueblo en pueblo.
Además, destaca el caso de Tomás Correas, de 80 años, que también ha dedicado su vida a la pastoral de pueblo. Ejerció de sacerdote en Lozoya, estuvo diecisiete años en Chinchón y ahora lleva tres en la residencia donde crea cuadros sobre cobre al fuego que expone cada año. Según asegura, su ministerio "no ha concluido" porque, a su juicio, el sacerdocio es "una gracia, una vocación que siempre permanece en la persona".
Por otra parte, se encuentra Florencio Díaz, un sacerdote jubilado de ochenta y seis años que, a pesar de estar enfermo, continúa su labor "con la misma intensidad".
En la residencia San Pedro Apóstol de Madrid viven ciento veinte sacerdotes, treinta dependientes y noventa no dependientes, además de diez hermanas de sacerdotes que, con la ayuda de enfermeras, se encargan de cuidar a los sacerdotes mayores. A estas residencias se puede acudir como voluntario para acompañar y rezar.
"Es un deber demostrar gratitud", afirma la hermana Graciela. "Basta con rezar por ellos, hacerles compañía, escucharles, que sepan que estamos a su lado", subraya convencida de que ahora "toca devolverles todo lo que dieron".