Liguria, entre el mar y la montaña

Vernazza
EUROPA PRESS
Actualizado: viernes, 9 septiembre 2011 12:00

Por Cristina Pinilla

Encajonada entre el Mediterráneo y el comienzo de los Apeninos se encuentra la región italiana de Liguria, un territorio de escarpada costa y empinadas calles que a lo largo de los siglos han forjado el carácter de sus habitantes, acostumbrados a vivir a caballo entre el mar y la montaña.

El litoral de veraneo por excelencia de los milaneses es un gran desconocido para el turista español, que se deja caer poco por sus verdes paisajes y aguas turquesas que, sin embargo, ofrecen un amplio abanico de posibilidades para los veraneantes que gustan del sol, el senderismo y también el turismo cultural.

Así, el Parque Nacional de las Cinque Terre (instituido en 1999 e incluido en la lista de patrimonio cultural de la Unesco) comprende los 15 kilómetros que separan Lèvanto y La Spezia, si bien la zona más visitada por sus pintorescos paisajes y peculiares pueblos es el tramo entre Monterrosso y Riomaggiore.

En este parque, en el que sólo es posible moverse en tren, en un autobús ecológico propulsado por energía eléctrica o a pie, se pueden realizar multitud de rutas a través de estrechos pasos que los lugareños han excavado en la roca durante años de fatigoso trabajo.

El recorrido más habitual, el Sentiero Azzurro, une las cinco poblaciones que dan nombre a la zona (junto a las ya mencionadas, Vernazza, Manarola y Corniglia) y permite al visitante disfrutar del aire fresco, de los viñedos que cuelgan milagrosamente de las laderas de las montañas y de unas vistas espectaculares de estas pequeñas poblaciones que discurren en los estrechos desfiladeros con salida al mar que permite el terreno o que parecen mantenerse en inestable equilibrio sobre los picos más altos, casi desafiando la gravedad y el sentido común frente a los escarpados acantilados que caracterizan la zona.

AL SUR DE LAS CINQUE TERRE

No puede dejar de visitarse Porto Vénere, una histórica población de época romana que durante siglos cumplió una función defensiva fundamental en la zona y que también fue un importante punto de intercambio comercial para bizantinos, lombardos, genoveses e incluso franceses en la época de Napoleón.

La fortificación queda hoy disimulada por los colores que caracterizan las casas que ocupan el interior de las murallas, y el centro histórico de callejuelas empedradas y empinadas escaleras que comunican las diferentes alturas del pueblo conservan un romántico aura medieval.

También merece la pena una visita al Parque de Portofino, donde se puede conocer tanto el pequeño pueblo portuario que elige la jet set mundial para atracar sus yates y disfrutar de unos días de sol y calor, como la elegante ciudad de Santa Margherita Ligure, con sus fachadas Liberty pintadas para recrear estucos, marcos y relieves; o la pequeña abadía de San Fruttuoso, escondida en una pequeña cala y a la que sólo se puede acceder en barco o a pie a través de un fatigoso pero revitalizante recorrido bajo los árboles.

Otras opciones para quienes busquen disfrutar de la naturaleza son visitar el Parque Natural Regional del Aveto, cuyos lagos glaciales de un verde intenso albergan tocones de árboles de más de 2.500 años de antigüedad; o bucear para ver el Cristo degli Abissi, una figura de Jesucristo sumergida en el agua para proteger a los marinos y que se puede visitar en excursiones organizadas desde Camogli.

Continuando el viaje hacia el norte, la costa está salpicada de otras muchas localidades de playas rocosas, bien dotadas de infraestructuras para acoger al turista que quiera disfrutar de la brisa marina, la tranquilidad y opciones de ocio como el avistamiento de ballenas, ya que todo el litoral y el fondo marino están protegidos por su importante valor como reserva mundial de cetáceos.

No se puede abandonar la zona sin probar la gastronomía lígure, conocida sobre todo por el pesto, pero entre cuyas delicatessen también hay que mencionar la pasta a las castañas, los mejillones rellenos, las anchoas, las aceitunas y la 'focaccia', especialmente la rellena de queso de Recco, que se pueden degustar por un precio considerablemente razonable.

Savona, Imperia o San Remo son algunos de los destinos que se pueden elegir en el Poniente lígure, menos atractivos visualmente pero que cuentan con buenas infraestructuras hoteleras y permiten realizar con gran facilidad excursiones a la Costa Azul.

GÉNOVA: DE COLÓN A PAGANINI

Y para que el viaje sea completo, merece la pena pasar al menos un par de días en Génova, la tierra de Cristóbal Colón y de Niccolò Paganini, y que ha vivido una importante renovación urbanística desde 1992, cuando celebró una Expo por el 500 aniversario del descubrimiento de América, y hasta 2004, cuando fue elegida Capital Europea de la Cultura.

Así, el antiguo puerto se benefició de un lavado de cara integral a cargo del arquitecto Renzo Piano, que proyectó en esta zona el Acuario más grande del continente en su momento (hoy un tanto decadente) y el Museo Gálata del Mar, donde se puede conocer la historia de la navegación de forma interactiva de la mano de uno de los pueblos que mayor protagonismo ha tenido en la conquista del mar.

El horrible escalextric que aún bordea el paseo marítimo y algunas zonas cercanas donde todavía hoy se concentra la prostitución y la marginación no debe desalentar al visitante, que podrá descubrir todo el encanto del Centro Urbano Protegido por la Unesco más grande de Europa.

De hecho, si se observa la ciudad de Génova desde alguno de los edificios que ofrecen esta posibilidad (el castillo, el más que recomendable Palacio Ducal o la azotea visitable de los Museos di Strada Nuova) se tendrá la sensación de que no existen calles sino que los edificios se suceden uno junto al otro sin dejar más que estrechos callejones que, aunque un poco destartalados, conservan todo el encanto de la antigua ciudad medieval.

Además, tanto la Catedral de San Lorenzo como las decenas de iglesias que asoman en cada esquina ofrecen (como en casi toda Italia) un sinfín de sorpresas en forma de cúpulas, retablos o frescos de grandes autores atemporales.

Muy cerca se expande la Génova neoclásica de amplias avenidas y elegantes edificios, entre los que destacan los de la famosa vía Garibaldi (también llamada Strada Nuova), donde el visitante también podrá disfrutar de la buena comida, el buen vino y las noches de ocio que esta ciudad ofrece.

Y si se prefiere disfrutar de la tranquilidad de los pueblecitos cercanos (fácilmente accesibles con los frecuentes trenes regionales que recorren el litoral), para dormir siempre se puede elegir algún bed&breakfast, como el que Nino y Laura acaban de abrir en Santo Apollinare, en Sori, desde cuya terraza se puede descubrir la costa de la región de punta a punta o simplemente perder la vista en la inmensidad del mar.

Más información: www.regione.liguria.it/