Tradición y encanto en la Bretaña francesa

Monte Saint Michel
Foto: EUROPA PRESS
Creperié en Dinan Fougerès Costa Saint Maló Vitré Calle de Dinan Galette Dinan Monte Saint Michelle La Rochelle Muralla de Saint Maló Dinan Torre Monte Saint Michel
Actualizado: martes, 17 diciembre 2013 21:14

Por Elena González

   Si por algo atrae la Bretaña Francesa, es por su estela de pueblos pintorescos rebosantes de cultura y tradición. Pequeñas perlas que salpican el noroeste galo, con secretos y una enorme belleza en su interior, donde el encanto se materializa en forma de casas, majestuosos castillos, paisajes verdes y deslumbrantes bahías.

  Una tierra donde todavía es posible evocar el ambiente medieval y mágico de épocas pasadas y donde se forjaría la leyenda eterna del Rey Arturo.

EL ENCANTO DE LA BRETAÑA

   A orillas del río Nançon, repleta de casas con enormes tejados que parecen sacadas de algún cuento infantil, se alza Fougères. Completando el paisaje novelesco, no podía faltar un imponente castillo medieval y un paseo romántico siguiendo la linde del río. 

FABULOSOS RINCONES

Reñida en encanto se encuentra Dinan, donde cuesta encontrar un rincón que no tenga algún elemento digno de ver, invotando a pasar horas deambulando por sus callejuelas estrechas y empedradas que separan coquetas y llamativas casas de otra época conservadas o rehabilitadas con el mimo del que está orgulloso de su pasado y de su presente.

  Entre ellas encontramos pequeñas 'creperies' decoradas con cuidado y primor, que recuerdan a los decorados cinematográficos de un largometraje de los Tres Mosqueteros. La Farmacia, formada por construcciones pertenecientes a  los siglos XV y XVI, y que constituyen una de las estampas más fotografiadas e identificativas de la esencia de la Bretaña francesa.

LA CIUDAD CORSARIA

  Más al norte se encuentra Saint- Malo, circundado por playas de arena y con un encanto diferente. Así, al abrazo de imponentes  muros surge esta ciudad corsaria, cuyos edificios, su fuerte y puerto, la hacen tan bonita por dentro como más allá de sus ellos.

  Una red de calles perpendiculares forman su corazón amurallado, con casas graníticas de idéntica decoración exterior que dotan al lugar de una gran homogeneidad.

   Su imponente muralla, que antaño sirvió como elemento defensivo, ahora se convierte en un lugar perfecto para obtener una vista espléndida de las bahías. El torreón del castillo aguarda en su interior la historia de la ciudad a través de su Museo de Historia y del País Malouin.

SAINT-MICHEL

   Deberemos trasladarnos a la Baja Normandía para contemplar 'la maravilla de occidente' y uno de los símbolos más representativos de esta región de Francia: el Monte Saint-Michel.

   Como sacado de nuestros fantasías oníricas, el monte nace imponente y soberbio, salpicado de verde y aislado en el mar de cualquier elemento que pueda certificar que nos encontramos en el mundo moderno y tecnológico.  

  De hecho, una vista panorámica nos ofrece la sensación de que las rocas se han ido transformando en un portentoso castillo que corona el conjunto, convirtiéndose en un elemento perfectamente integrado en el paisaje.

  Aquí, lo natural se funde con lo artificial en perfecta armonía. El lienzo observado tiene una belleza de tal  magnitud que no son pocos los coches que han tenido que parar antes de llegar para cerciorarse de que su mente no les estaba traicionando con algo imaginario y lo que percibían era real.    

COMO EN CASA

  Parte del encanto de este maravilloso lugar, va más allá de su patrimonio histórico y riqueza arquitectónica y natural, que es capaz de inundar al visitante a cada paso que se adentra más en esta tierra.

   Y es que, aquellos acostumbrados a la rudeza y rígidez que en ocasiones destila la gente de los países del norte europeo, como la mala fama de los franceses, se quedan sorprendidos con la displicencia, amabilidad y cercanía, que las gentes de la Bretaña ofrecen, ya sea en restaurantes, tiendas o simples transeúntes.

   Aunque habrá excepciones, esta actitud ayuda a hacer sentirse al visitante acogido y como en casa, completando y mejorando más si cabe, el encanto y la percepción del lugar.

¿QUIÉN HA DICHO DIETA?

   En la Bretaña, si hay algo que resulta realmente difícil, es entrar en uno de sus restaurantes y no ser cautivados por el olor inconfundible de unos deliciosos y suculentos 'crépes'.  Una masa increíblemente fina y crujiente que envuelve con "dulzura" --nunca mejor dicho-- desde chocolate, hasta mermelada de frutas, caramelo, plátano..., o simplemente con mantequilla.

   Hechos en grandes planchas redondas, ayudándose únicamente de una especie de espátula de madera para estirar la masa y otro para darles la vuelta, los de la Bretaña pueden presumir de ser duchos en este arte, ya que requiere bastante agilidad.

   Para los más 'salados', existen las denominadas 'galettes'. Tan típicos y apetecibles como los crépes, las 'galettes' tienen la misma forma que éstos pero están hechos con harina sarracena, un poco más oscura que la que usamos habitualmente y sin azúcar, otorgándoles un sabor salado.

  Esto permite que el relleno pueda variar entre un sinfín de posibilidades, no exclusivamente reservadas al postre. Así podemos encontrar 'galettes' de jamón, queso y huevo, de verduras, de pescado y de todo lo que puedas imaginar.

   Al ostentar largas costas en el Atlántico, el pescado también es un plato muy sugerido en esta tierra, debido a su extensa variedad y a su calidad y frescura, casando perfectamente con las exquisitas hortalizas que normalmente acompañan los platos.

   Guste más o guste menos, si hay algo seguro es que la gastronomía y arte culinario de la bretaña impide al visitante regresar sin llevar consigo algún que otro kilo de más.