SANTANDER, 24 Oct. (EUROPA PRESS) -
El presunto cabecilla de una red de prostitución de extranjeras en clubes de Cantabria y de León ha defendido este lunes ante la Audiencia de Cantabria que las mujeres que trabajaban en el local estaban "encantadas" con el trato que recibían.
"Soy como un padre para ellas", ha remarcado, enumerando que las "chicas" recibían alojamiento, se las daba "bien" de comer, se las "llevaba y traía" y "se las trataba con cariño" porque el local "era como su casa".
J.M.C., en realidad, ejercía de contable tanto del local 'La Aguada' en Piélagos como del 'A-3' en Ponferrada (León), negocios que ha descrito como "establecimientos públicos", hoteles en los que las "chicas" pagaban 40 euros, y "entraban y salían cuando querían" sin que nadie les obligara ni retuviera dinero.
Lo que sucedía es que las mujeres subían a las habitaciones acompañadas según les interesara, conviniendo ellas los precios con los clientes y quedándose con el dinero pactado.
Así que el negocio de estos clubes lo daba la venta de copas en el bar. "Las chicas no son el negocio. Es la ruina en sentido económico. Las ayudamos de corazón. Estamos contentos con lo que hacemos", ha afirmado el procesado, para quien el Ministerio Fiscal pide penas que suman 33 años de cárcel.
Junto a él, la Sección Tercera de la Audiencia Provincial juzga esta semana a otras cuatro personas, entre ellas su pareja --prostituta-- y personal del establecimiento, para quien, en su conjunto, las penas llegan a los 30 años de prisión.
El Ministerio Público les acusa de delitos de detención ilegal, explotación y prostitución y contra los derechos de los trabajadores, por captar a las chicas en sus países de origen, facilitándolas el viaje a cambio de dinero --el denominado 'viático'--, que luego debían devolver a los responsables de los clubes, que, además, impidiendo abandonarlo y sometiéndoles a jornadas de trabajo de diez horas diarias.
LA CAUSA, "UNA PORQUERÍA"
Son unas tesis que niegan las defensas, que han intentado pedir la nulidad de pruebas como las intervenciones de los teléfonos, que, junto a otros motivos, hacen que la causa pueda estar "contaminada" y corra el riesgo de ser una "porquería", como ha expresado uno de los abogados, Miguel A. Cocero.
Todo este procedimiento se debe a "móviles espúreos", pues la Policía ofreció a las mujeres legalizar su situación si denunciaban a los acusados, sostiene este letrado.
Cocero ha advertido a la Audiencia de que "no ha perdido un juicio en Cantabria en su vida" y ha pedido saber la identidad de los testigos protegidos, las mujeres denunciantes. La Sala ha proporcionar los nombres, para que los cotejen con los de las empleadas del club, pero no la filiación, para evitar que puedan ser localizadas.
El letrado también interrumpió al acusado --a quien no representaba él en este juicio, sino uno de sus compañeros--, en la parte de su declaración en la que se reprodujeron varias grabaciones telefónicas, presuntamente entre él y las chicas, captadores o su pareja.
En ese punto, Cocero le ha recordado que podía haberse acogido a su derecho a no declarar, espetándole que "ya está bien de contaminar".
En la declaración, J.M.C. no ha reconocido su voz, en la que se dirigían a alguien con su mismo nombre de pila, pero ha aclarado que debido a su trabajo recibe muchas llamadas y ofertas de mujeres a las que suele "dar largas".
La alusión a que iba "muy asfixiado de chicas" o "necesitaba" al menos diez "con mucha prisa" la ha enmarcado dentro de "esas cosas que se dicen por teléfono", sin que luego "tuviera efecto",
UN TRABAJO "RUTINARIO"
En su declaración, el acusado J.M.C. ha negado ser el propietario del local, responsabilidad que ha derivado en otro de los procesados, M.J.F., negando además que se tratara de un testaferro.
Su trabajo, "rutinario y normal", se limitaba a llevar la contabilidad de estos negocios, en los que, ha precisado, se hospedaban también hombres. Además, se disponía de al menos un piso en el que se alojaba a chicas que no dormían en el local, pero que sí lo utilizaban para entablar contactos.
Pero ha negado que se encargara de localizarlas, no de otras gestiones, como recogerlas en el aeropuerto o cuando tenían que hacer recados, entre otros motivos, porque el local tenía "cuatro puertas abiertas" y ellas podían salir y entrar "cuando querían".
Sí que llevaba un registro "informal" de entradas y salidas, pero para saber con quienes se marchaban las mujeres por si se daba algún problema.
Inicialmente, estaba previsto que declararan todos los condenados en esta primera sesión, pero dado que el interrogatorio a J.M.C. se ha prolongado durante casi tres horas, se ha optado por posponer a los otros cuatro para este martes, de modo que los testigos lo harán el miércoles y los informes finales serán ya el jueves.