SANTANDER, 14 Mar. (EUROPA PRESS) -
La Sección Primera de la Audiencia Provincial de Cantabria ha condenado a 22 años y nueve meses de prisión a Gabriel G.C., de 36 años de edad, por asesinar el 8 de abril de 2005 al taxista laredano Miguel Macías Ocaña, en Castro Urdiales, mediante 18 puñaladas.
El condenado, sin antecedentes penales, no podrá residir ni acercarse a Laredo durante 28 años y nueve meses, como medida de protección a la familia del fallecido. Además, deberá de indemnizar con 90.000 euros a la pareja sentimental del taxista y con 15.000 euros a cada uno de sus tres hijos, lo que supone 135.000 euros en total.
El presidente del Tribunal, Ernesto Sagüillo, ha impuesto esta pena en base al veredicto emitido por un Jurado Popular, que le consideró culpable de un asesinato con alevosía y de un robo con violencia, ya que tras matarle, le quitó los 200 euros que la víctima llevaba en los bolsillos.
Gabriel G.C., vecino de Portugalete aunque nacido en Baracaldo, confesó desde el primer momento su crimen, si bien no se han aceptado las atenuantes de confesión ni de drogadicción, en el primer caso porque reconoció ser el autor de los hechos una vez fue capturado por la Guardia Civil, y en el segundo porque no ha quedado demostrado que consumiera drogas ni la cantidad.
Durante el juicio, Gabriel G.C. explicó que compró un cuchillo en Baracaldo y planeó robar porque en esa época se encontraba "muy mal psicológicamente" por "problemas personales" y "laborales", pero una vez metido en el taxi se le "vino grande esa situación".
HECHOS PROBADOS
Según se recoge en la sentencia, hecha hoy pública, el procesado contrató en la mañana del 8 de abril los servicios del taxi de Miguel Macías Ocaña, que tenía 61 años, para llevarle a Castro urdiales.
Una vez llegaron a Castro, el procesado, que iba en el asiento de atrás, "extrajo un cuchillo de monte de 11,7 centímetros de hoja" con el que dio al taxista "dos puñaladas en el cuello".
Miguel intentó abril la puerta del coche para huir, sin conseguirlo, por llevar abrochado el cinturón de seguridad, "lo que aprovechó Gabriel para darle otras 16 puñaladas", quedando la víctima "inmóvil, mientras se desangraba sobre el volante del vehículo".
La sentencia destaca que el asesino "atacó a Miguel de forma sorpresiva y sin mediar discusión previa" y "sin que éste pudiera defenderse", muriendo 40 minutos después en el Centro de Salud de Castro Urdiales.
Dos de las puñaladas "eran mortales de necesidad" aunque las 18 "fueron realizadas con gran fuerza, como se demuestra por la profundidad de las mismas y por haber causado fracturas óseas y destrozos musculares muy graves".
Gabriel G.C., tras comprobar que el taxista estaba "moribundo" se apoderó de los 200 euros que éste llevaba en los bolsillos, dado que "también desde un principio tenía intención de quedarse con el dinero que llevase".
UNA AGRESIÓN "QUE SE APROXIMA A LA BRUTALIDAD"
La Audiencia recoge que el procesado es autor de un asesinato con alevosía, tal y como sostenía la fiscalía, dado que "es indudable la intención de matar" y "el acusado era consciente de que, por la forma en que actuó, la víctima no podía oponerle resistencia, al atacarle por la espalda, sin haber mostrado indicio alguno que pudiera hacer presumir al taxista de la agresión que iba a sufrir", ya que durante el trayecto en taxi cliente y víctima no intercambiaron palabra.
Respecto a la petición de ensañamiento de la acusación, -que solicitaba 26 años de cárcel- la Audiencia estima que aunque asestó 18 puñaladas, no se puede probar que "el autor buscara y quisiera causar a la víctima un mayor sufrimiento", por lo que se desestima.
No obstante, la sentencia destaca que la agresión se realizó "de una forma que se aproxima a la brutalidad, atendiendo al número de puñaladas efectuadas y a la fuerza con la que fueron ejecutadas".