MADRID 13 Mar. (EUROPA PRESS) -
José Ortega Cano insistió en su inocencia al inicio del juicio por el accidente de tráfico que en mayo de 2011 costó la vida al vecino de Castilblanco de los Arroyos (Sevilla), Carlos Parra, y causó graves lesiones al torero. Puesto en pie y con un hilo de voz, el diestro aseguró que no se considera responsable de lo ocurrido.
La expectación fue máxima desde primeras horas de la mañana con cerca de medio centenar de redactores y otro tanto de fotógrafos y cámaras que esperaron en la puerta la llegada del torero. Pese a la lluvia, los reporteros aguantaron el mal tiempo en busca de la mejor foto.
El propio Ortega Cano llegaba a la sala antes de las 9.45 horas. Con rostro serio y compungido y dando los buenos días a los allí presentes, estuvo arropado por uno de sus hermanos, Eugenio, y su cuñado Aniceto. Vestido con traje azul oscuro de rayas blancas y camisa celeste, el torero no podía ocultar el mal trago que estaba pasando.
Los abogados de la acusación particular, Luis y Andrés Romero, explicaron cuáles eran sus expectativas y las de la familia del fallecido Carlos Parra "ante el juez y ante toda España, esperemos que confiese la verdad de lo que pasó aquel día" y añadieron "la realidad es que iba conduciendo bebido con una alta de alcohol en sangre".
Al respecto de cómo se encontraban su viuda y sus hijos después de casi dos años de larga espera, dijeron que la familia está esperanzada y con alivio de que se celebre un juicio, que va a tardar casi dos años.
Por su parte el abogado del torero, Enrique Trebollo se dirigía a los medios allí congregados, señalando "José está confiando el justicia como ha dicho siempre y acatará lo que diga la señora Juez. En definitiva estamos a disposición de la justicia en todo momento". Al respecto del estado anímico de su cliente, aseguró "está confiando en la Justicia, esperando las diferentes pruebas que se desarrollen. Vamos a aceptarlo y pasarlo con el máximo respeto".
Manuela Gurruchaga arropada por sus hijos y su cuñado, Manuel Parra, así como la madre del fallecido, rota por el dolor y hecha un mar de lágrimas, llegaron rodeados de fuertes medidas de seguridad para evitar el acoso de los medios allí presentes.
El juicio se inició con la entrada de los fotógrafos en la sala. José Ortaga Cano aguantó estoicamente los flashes de los fotógrafos que durante unos minutos pudieron tomar la instantánea del torero en el banquillo.
José Ortega Cano afirmó que no bebió alcohol, que no comprende como la alcoholemia arrojó un valor triple de lo autorizado y que se cree víctima de una injusticia por su condición de famoso. "Tengo totalmente prohibido tomar alcohol por los médicos que me han tratado. Le repito que me puse una copa en los labios (*) No tomé nada de alcohol, solo una coca-cola. Para mí [el alcohol] es un veneno".
En su declaración ante el Juzgado Penal 6, Ortega Cano dijo que conocía bien la carretera donde ocurrió el choque porque la usaba mucho para llevar a su hija al colegio y que no recuerda haber invadido el carril contrario, como aseguran varios testigos, y haber adelantado a su vez a dos vehículos.
Declaró que no bebió alcohol en toda la noche, que no comprende por qué el test de alcoholemia fue positivo, que por ser un personaje público se le ha tergiversado "Lo que yo les diga es la pura verdad. Lo que haya salido en los exámenes de la sangre, será o no será. Por ser un hombre público se me ha hecho una injusticia tremenda. No vengo aquí a decir ninguna mentira, tengo confianza en la justicia y la pena de la persona que falleció, la llevaré en mis espaldas".
Uno de los abogados de la acusación le recordó al diestro las diferentes versiones que ofreció ante el juez de instrucción, en las que admitía haber tomado una copa de cava esa tarde, luego media y finalmente ninguna.
Pero Ortega Cano rechazó su anterior versión. Sin embargo, el torero reconció que en el pasado tuvo episodios de alcoholismo: "Me refugié en la bebida unos meses, pero luego desapareció para siempre". A continuación, añadió: "De ahora en adelante no pienso coger el coche nunca más".
Según su relato, tuvo que darle "un vahído o un mareo" en el momento de la colisión para que no reaccionase y añadió que no vio el coche que venía de frente pues en caso contrario "preferiría tirarme por un barranco con tal de no impactar contra otro vehículo".
Al finalizar su testimonio, los abogados de la familia de Carlos Parra mostraron sus primeras impresiones al respecto de la declaración de Ortega Cano. "Entendemos que se ha contradicho bastante y puede ser una baza para conseguir una sentencia condenatoria en todos los sentidos. En los próximos se demostrara que se ha acogido a sus derechos de no auto inculparse pero que ha faltado a la verdad. Ha reconocido hoy la visita a varios lugares, a varios bares".
Por su parte José Ortega Cano, más tranquilo y relajado que a su entrada, sólo explicó "ha ido todo bien, estoy bien", marchándose en compañía de su hermano Paco y su cuñado Aniceto.
Tras haber evitado reencontrarse con el torero, la última en abandonar los juzgados, tras dar su versión de los hechos fue Manuela Gurruchaga, con el semblante serio y deseosa por poner fin al día. Su hijo intentaba mantener a su madre alejada de los medios, mientras el resto de la familia se refugiaba tras él.
Como recordaremos, el accidente se produjo el 28 de mayo de 2011 en torno a las 22.00 horas cuando el torero circulaba con su vehículo, un Mercedes R-320, por la carretera A-8002, en dirección a su finca de Yerbabuena, en Castilblanco de los Arroyos, tras dejar a su hija en casa de unos amigos. Al llegar al punto kilométrico 28,150, en un tramo curvo a la derecha y con visibilidad reducida, el torero perdió el control e invadió durante 60 metros el carril contrario, chocando contra otro vehículo.
El brutal impacto causó la muerte casi en el acto de Carlos Parra Castillo, vecino de Castilblanco de los Arroyos. El torero también quedó gravemente herido y permaneció atrapado durante varias horas en el interior del amasijo de hierros en que se convirtió su coche.
Según la Guardia Civil, Ortega Cano conducía a 125,2 kilómetros por hora en una vía con la velocidad limitada a 90. Un extremo que ratifican además varios conductores que esa misma tarde se cruzaron con un coche similar al del diestro y alertaron a los servicios coordinados de emergencias de que realizaba maniobras temerarias.
El diestro se enfrenta a una condena de cuatro años de cárcel por un delito de homicidio imprudente en concurso con otros dos contra la seguridad vial, uno por conducción temeraria y otro por consumo de alcohol.