Por Javier Carrión
Entre los muchos rincones con encanto que esconde el estado de Baden-Württemberg, hallamos esta ciudad agarrada todavía a un pasado ya remoto, en el que Rothenburg ob der Tauber gozaba ya del nombre de Ciudad Libre desde 1274. La Plaza del Mercado, la Iglesia de Santiago o el gigantesco trago del viejo alcalde en la Taberna de los Concejales son algunas de las excusas para pasear por esta tranquila y apacible ciudad, en plena ruta hacia el sur, por la carretera más romántica de Alemania...
Como si hubiera quedado congelada en el tiempo, Rothenburg se eleva sobre el serpenteante río Tauber, rodeada por los más de dos kilómetros de murallas que la abrazan y que se pueden recorrer en unas dos horas de paseo. Rothenburg, situada a menos de setenta kilómetros de Nuremberg, vivió sus primeros momentos bajo el dominio condal que se extinguió en los primeros años del siglo XII. La poderosa dinastía de los Hohenstaufen pasó a ser la dueña de la ciudad, cuando el emperador otorgó la ciudad en régimen feudal a su sobrino, el Duque Conrado de Suabia, que se convertiría en rey, estableciendo su corte en Rothenburg.
No sería hasta 1172 cuando Rothenburg recibe el fuero de ciudad y se construyen las primeras murallas. Y al poco, a principios del siglo siguiente, apenas terminadas las obras de esta primera fortificación, se produce la primera ampliación de la ciudad, triplicándose la superficie habitada y ampliándose el cinturón de defensa, con la construcción de la Puerta Röder, la de Würzburg, la de Klingen, la de Kobolzell o la Torre Siebersturm.
En el siglo XIV un terremoto provocaría importantes daños en la ciudad, que viviría a lo largo de este siglo la segunda etapa de su ampliación. En el año 1400 llegaría una nueva etapa de esplendor para la ciudad, con Heinrich Toppler como alcalde. En este tiempo se alojó con frecuencia en Rothenburg el rey Wenzel, sustituido más tarde por Ruperto el Palatino. Toppler sería detenido, acusado de conspirar contra el nuevo rey en apoyo de Wenzel, lo que llevaría al alcalde de la villa a acabar sus días en prisión.
Durante el transcurso de la Guerra de los 30 años, la ciudad se alineó con las fuerzas protestantes. Fue en este momento cuando a la llegada de las poderosas tropas de Tilly, jefe del ejército del emperador, se dio pie a la leyenda del "Trago Maestro", que sigue en la actualidad conmemorándose año tras año durante tres días en una fiesta en la que participan todos los habitantes de la villa.
La peste y la guerra mermaron considerablemente Rothenburg hasta convertirla en una pequeña ciudad provincial. En 1802 perdería su libertad y pasaría a formar parte del estado de Baviera. Mucho más tarde, esta ciudad medieval sería dañada por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, pero las aportaciones estatales y privadas sirvieron para reconstruir esta bellísima ciudad que hoy, en pleno siglo XXI, cuenta con tres mil habitantes y un sinfín de visitantes que abarrotan la ciudad especialmente en verano y en Navidad, donde su famoso mercadillo consigue convocar a miles de curiosos.
La visita
La visita a la ciudad puede iniciarse en la Marktplatz o Plaza del Mercado, centro neurálgico de Rothenburg, donde cada semana se instala un típico mercado y donde encontramos el Ayuntamiento de la ciudad y la Taberna de los Concejales, con el reloj de la ciudad y las dos ventanas en las que se encuentran el alcalde Nusch y Tilly, jefe del ejército católico del emperador.
La Plaza del Mercado ha sido escenario de múltiples y trágicos episodios históricos, como la decapitación de diecisiete agitadores de la llamada Guerra de los Labradores, en el siglo XVI. En la Taberna de los Concejales, en cuya planta baja hoy se encuentra la Oficina de Información Turística, encontramos tres relojes en su fachada, uno de ellos solar, así como el escudo de la ciudad imperial, con un águila bicéfala.
El Ayuntamiento, con su suntuosa fachada renacentista, fue construido entre 1572 y 1578 bajo la dirección del arquitecto de la ciudad Leonard Weidmann. Previamente fue construido un edificio gótico en este lugar. Se puede subir hasta lo alto de la torre del Ayuntamiento, de sesenta metros de altura, y contemplar desde la privilegiada posición los tejados y fachadas de la ciudad medieval.
Frente al edificio consistorial se sitúa la más bonita de las numerosas fuentes de la ciudad, la fuente de San Jorge, con la figura del heroico caballero, que con 8 metros de profundidad guardaba cien mil litros de agua para combatir los incendios. En tiempos medievales se hallaban delante de la fuente los dudosos símbolos de la justicia de entonces: la horca, la picota y las jaulas giratorias. Completan el conjunto las bellas fachadas de la antigua Casa de Baile y Carnicería y de la Casa Jagstheimer, ordenada construir por el alcalde del mismo nombre en 1488. La Casa de Baile y Carnicería fue erigida sobre la base del ayuntamiento más viejo de la ciudad, que fue destruido por el fuego de 1240. En los bajos del edificio se exponen actualmente las obras de muchos pintores de esta localidad
Después de contemplar la conservada fachada gótica de la Casa Jagstheimer, entramos al patio interior, donde se halla la Bóveda Histórica, con escenas de la Guerra de los 30 años. Una escalera baja hacia las mazmorras, con sus calabozos y su antigua cámara de tortura. El alcalde más famoso de la ciudad, Heinrich Toppler, fue encarcelado aquí, donde murió a los tres meses, por su complicidad con el destronado rey Wenzel.
Después de pasar por el imponente edificio renacentista del antiguo Gimnasio, actualmente centro parroquial, llegamos a la Jakobskirche (Iglesia de Santiago), principal templo de la ciudad, que formaba en la Edad Media, junto al Ayuntamiento, el centro de la Ciudad Libre imperial. Fue construida a lo largo de 150 años en estilo gótico y cumplirá 700 años en el año 2011.
Destaca en su interior el pintoresco Altar de los 12 Apóstoles, con pinturas de Friedrich Herlin y el Altar de la Sagrada Sangre, la obra más valiosa de la iglesia, elaborado entre 1499 y 1505 en los talleres del carpintero de la ciudad Erhard Harschner y el escultor Tilman Riemenschneider. Fue construido en madera de tilo para enmarcar una cápsula de cristal de roca que contiene, siempre según la tradición cristiana, tres gotas de la sangre de Cristo. En 1968 fue inaugurado el nuevo órgano con más de 5.000 tubos y 69 registros.
Continuamos por la callejuela Klingen, donde nos cruzamos con la calle en la que vivían hasta su expulsión en 1520 los miembros de la parroquia judía de la ciudad. La Torre Klingen, de treinta metros de altura, sirve desde el siglo XVI de reserva de agua que abastece las fuentes de la ciudad. Junto a ella, aparece la pequeña iglesia de San Wolfgang o Iglesia de los Pastores.
Por la puerta lateral llegamos al terreno del antiguo castillo, donde se eleva la torre más alta de la ciudad, y donde hoy existe un cuidado jardín. Vale la pena sentarse en este lugar poblado con músicos y pintores callejeros para disfrutar de una bella vista de la ciudad con sus murallas y del valle del Tauber. Detrás los turistas fotografían sin descanso la puerta de entrada al recinto histórico donde se ven los blasones de la ciudad y una curiosa máscara insertada en el muro por la que los guardias vertían aceite hirviendo al enemigo.
El "Trago Maestro"
A cada hora entre las 11 y las 15, así como a las 21 y a las 22 horas, las ventanas que flanquean el reloj de la ciudad en la Plaza del Mercado se abren de par en par, y en ellas se escenifica la escena clave del "Trago Maestro"; el viejo alcalde Nusch vacía una enorme copa de más de tres litros de vino de Franconia de un sólo trago, asombrando al jefe del ejército del emperador católico, Tilly, que observa en la ventana contigua. La leyenda cuenta que el alcalde consiguió salvar de este modo a la ciudad de su segura destrucción el 31 de octubre de 1631.