SANTANDER, 31 Jul. (EUROPA PRESS) -
La jefa del Servicio de Educación Sanitaria de la Escuela Nacional
de Sanidad, María Teresa García, que participa en el ''Curso de
seguridad alimentaria'' que se celebra en Laredo dentro de los Cursos
de Verano de la Universidad de Cantabria, alertó ayer sobre los
riesgos cancerígenos que conlleva el consumo excesivo de algunos
aditivos, como el nitrito sódico, los sulfitos y los fosfatos.
En el caso del nitrito, presente en las conservas de carne, las
salchichas "frankfurt" y los fiambres, explicó que aunque su exceso
puede resultar cancerígeno, sin embargo su presencia en los alimentos
es casi siempre ignorada por el consumidor. "Algunas personas toman
muchos alimentos preparados y envasados y no son conscientes de lo
que están comiendo", dijo.
En este sentido, consideró que la seguridad alimentaria, además de
contemplar puntos críticos como la higiene del manipulador de
alimentos, la limpieza de la cocina o la proximidad del cubo de
basura, debe incluir una evaluación sobre las cantidades y la
frecuencia de consumo de algunos aditivos.
En su opinión, la solución a estos hábitos incorrectos pasa por la
formación, apoyada siempre con prácticas destinadas a asentar los
conocimientos adquiridos. Una formación sobre la nutrición que, según
dijo, debe iniciarse en la etapa escolar, y debe incluir el
aprendizaje sobre la lectura de las etiquetas de los alimentos. "Hay
que enseñar a la población a leer las etiquetas y a estudiar las
cantidad y la frecuencia con que consumen determinados aditivos",
señaló.
García defendió en su intervención los valores de la cocina
tradicional, y señaló que "antes se conseguía una dieta equilibrada
porque se tomaba menos carne, más legumbres, no se incorporaban
aditivos y los alimentos estaban poco elaborados".
También señaló que en el consumo de alimentos y en su preparación
priman más las tradiciones y las costumbres personales y familiares
que los propios conocimientos, lo que explica el modo incorrecto de
conservación que se aplica a algunos alimentos, dijo.
Según la ponente, la costumbre masivamente extendida de trasvasar
un caldo o potaje a un recipiente de plástico y esperar a que se
enfríe el líquido para ponerle una tapa, es una gran fuente de
bacterias. "Sobre el recipiente abierto caen muchos microorganismos
que, con la colocación de la tapa, se quedan en el alimento",
explicó. Añadió que en estas prácticas incorrectas caen también
personas con conocimientos sanitarios y expertos conocedores del
riesgo de bacterias en un medio líquido.
Con el fin de evitar estos peligros, defendió la utilización de
tarros de cristal para conservar los alimentos, cuya cantidad debe
estar adecuada siempre al volumen del recipiente. "Cuando la cantidad
es menor que el volumen se forma una capa de aire que contribuye a la
proliferación de bacterias", dijo.