VALÈNCIA, 5 Jun. (EUROPA PRESS) -
Un equipo del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE, UV-CSIC-GVA) ha realizado el primer estudio global, sistemático y cuantitativo de los efectos que los cambios en el régimen de incendios producen sobre la vegetación. Los resultados indican que su intensificación "reduce la abundancia, diversidad y buen estado de las plantas, en especial a los bosques de coníferas". El trabajo aparece publicado en 'Global Ecology and Biogeography', según ha informado la institución académica en un comunicado.
Debido al cambio global, muchos ecosistemas están experimentando una "perturbación" en su régimen de incendios, con un aumento en su frecuencia y severidad. Esto puede alterar "sustancialmente" las comunidades vegetales, así como la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas.
Ahora, un estudio liderado por el Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE), centro mixto de la Universitat de València (UV), el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Generalitat Valenciana, confirma esta percepción, según ha señalado la UV.
Tras examinar más de 2.000 datos de incendios en todo el planeta, el estudio encontró que la intensificación de los regímenes de incendios provocado por el cambio climático y otras actividades humanas "reduce la abundancia, diversidad y el buen estado de las plantas, algo que afecta más a plantas leñosas como los bosques de coníferas".
“Esta investigación aporta, por primera vez, una visión global, sistemática y cuantitativa del efecto de la intensificación de los incendios”, ha explicado Juli G. Pausas, investigador del CSIC en el CIDE y autor principal del trabajo, publicado recientemente.
Para realizar este trabajo, los autores aplicaron una metodología de revisión sistemática y metaanálisis que permite analizar muchos datos a partir de fuentes muy diversas. Así lograron sistematizar 2.363 casos recogidos en 394 estudios repartidos por todo el planeta, aunque con mayor representación del hemisferio norte.
El estudio evidencia que el mayor riesgo para las plantas lo comporta la severidad de los incendios. “Los efectos negativos son más fuertes con el aumento en la severidad que con el de la frecuencia de los incendios, y son más marcados en plantas leñosas que en herbáceas”, ha detallado Bruno Moreira, investigador del CSIC en el CIDE, que participa en el trabajo.
Los resultados muestran, además, que ciertos tipos de vegetación son "más resistentes" a estos cambios que otros. “Los bosques de coníferas y mixtos son más susceptibles a la intensificación de los incendios que los ecosistemas abiertos como pastizales y matorrales, algo relacionado con el posible cambio de incendios de superficie poco intensos a incendios de copa de alta intensidad”, asegura por su parte Roger Grau-Andrés, investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y primer autor del artículo.
Según Pausas, “los matorrales de clima mediterráneo están dominados por regímenes de incendios de copas que históricamente han ardido con alta intensidad, y estos ecosistemas son notablemente resilientes a tales condiciones. Pero, en este caso, un incremento en la frecuencia de las perturbaciones puede llevar también a una disminución de la diversidad”, puntualiza el científico.
BASE CIENTÍFICA PARA LA GESTIÓN DE INCENDIOS
Otro ejemplo de amenaza ante los cambios en el régimen de incendios lo ofrece el pino salgareño o Pinus nigra, abundante en la península ibérica. “Este árbol está preparado para sobrevivir a incendios de baja intensidad gracias a su corteza gruesa, que lo aísla de las llamas, y de sus pocas ramas en la parte baja, que evitan la transmisión del fuego a la copa. Sin embargo, en caso de incendios más intensos o que afecten a todo el árbol, estas protecciones no son suficientes y la planta no sobrevive”, ha añadido Moreira.
Los investigadores destacan que este estudio “proporciona una base científica para ayudar a tomar de decisiones en políticas de conservación de los ecosistemas y de gestión de incendios”, ya que consigue identificar los patrones generales de la respuesta de las plantas ante intensificación de los regímenes de incendios y entender los factores que las determinan.
“Más que una sola política unificada, se trata de entender qué ecosistemas pueden ser más susceptibles, y establecer prioridades de actuación”, sostiene Pausas. “Frente a los ecosistemas más resilientes, en los que la mejor estrategia de conservación puede ser no actuar, los bosques de coníferas precisarían de una gestión adecuada”, ha subrayado. El estudio está financiado por los proyectos FocScales (GVA) y FirEUrisk (Comisión Europea).