LAS PALMAS DE GRAN CANARIA, 31 Jul. (EUROPA PRESS) -
Este miércoles se cumplieron dos años desde la desaparición de la joven canaria Sara Morales, de la que se desconoce su paradero desde que, con 14 años de edad, se dirigía caminando desde su vivienda en el barrio de Escaleritas, en Las Palmas de Gran Canaria, al centro comercial "La Ballena", para ver a un niño que le gustaba.
"Esté viva o muerta sé que su espíritu está en mi casa y eso me alienta", asegura en una entrevista concedida a Europa Press su madre, Nieves Hernández, quien después del tiempo transcurrido reconoce estar "igual que el primer día: con rabia, impotencia e incertidumbre".
No sabe "absolutamente nada" de su hija, pero su único consuelo es que ocho agentes de la Policía Nacional siguen trabajando en exclusiva en este caso y le aseguran que "no van a cerrarlo hasta que no aparezca la niña", pues su objetivo "cada día que van a trabajar es encontrarla y no van a parar porque para ellos es también un misterio, una incógnita que hay que resolver".
Estos días son "bastante duros" para la familia de Sara al ver "sus cosas, su habitación, su ropita, su cama vacía y eso, a veces, se hace muy cuesta arriba". Nieves Hernández, que intenta apoyarse en su familia, confiesa que después de tanto tiempo le "hace daño" cuando la gente le para por la calle y la anima diciéndole que su hija "quizás esté en algún lugar por voluntad propia".
El primer año le desconcertaba esa idea de que su hija se hubiera fugado de casa. "Yo la conozco y sé que algo le pasó, pero quería pensar en positivo y no descartaba ninguna hipótesis". Sin embargo, después de dos años sin saber nada de su hija, reconoce que le haría mucho daño "si ella estuviera por ahí y no se pusiera en comunicación con su familia" porque la quiere y no sabe por qué ella "va a renegar así" de sus familiares, algo que no le "entra en la cabeza".
"TIENE QUE ESTAR VIVA"
"Quiero pensar que ella tiene que estar viva en alguna parte, mientras no vea lo contrario ella está viva y si estuviese muerta necesito al menos tener la certeza y descansar de esta agonía lenta que está pasando la familia día a día", aseveró Nieves Hernández, que reconoce que "lo que más angustia da es pensar que ella lo está pasando mal y esté retenida y que no la dejen ponerse en contacto" con su familia como el caso de Natasha Kampush, que desapareció con 10 años sin dejar rastro y ocho años después apareció viva, recordó.
Muchos carteles de Sara "ya están amarillos" y la gente piensa que ha cambiado "porque ha pasado el tiempo", asegura la madre de la niña que cree que "a la larga la gente se cansará", al tiempo que agradeció la colaboración de quienes aún mantienen los carteles en los que Sara aparece con Yeremi Vargas, también desaparecido desde hace más un año de Vecindario, en Gran Canaria. En este sentido, agradeció "el apoyo de la sociedad canaria", a la que pidió que "no olviden" a su hija.
UNA CITA A LA QUE NO QUERÍA FALTAR
Hernández recuerda que la semana que su pequeña desapareció de casa ésta estuvo todos los días pensando en su cita con un niño de 14 años de edad llamado Johnny, con el que había salido un par de veces a la playa y al cine y le gustaba. "Estaba ilusionada con ir a esa cita, salió de casa a las 16.30 horas y me dijo que volvía a las siete de la tarde y si no lo hacía me llamaba por teléfono por si iba al cine", relató.
Sin embargo, a las 17.30 horas la llamó el amigo de su hija y le preguntó dónde estaba ella, en ese instante a la mujer el corazón le "dio un vuelco". "Pensé mil cosas como que había tenido un accidente, lo que menos pensaba yo es que no la volvería a ver más", agregó.
Llamó a su hija varias veces al teléfono móvil, pero no daba la llamada y "a las seis en punto de la tarde se quedó fuera de cobertura". El móvil se lo había comprado recientemente su padre, sólo llevaba eso junto con las llaves de casa colgadas en el cuello y cincuenta céntimos que pidió a su madre para llamarla por si se retrasaba. "Me desconcertó porque ella es una niña que no le gustaba dejar tirado a nadie y mucho menos al niño que le gustaba", añadió.
Hernández sostiene que sabe "casi al cien por cien que la niña no se marchó por su voluntad porque no tenía ningún motivo". "Había aprobado todo el curso, estaba ilusionada porque tenía horario continuo de ocho a dos en clase y no me cuadraba", aseguró la mujer, que no deja de repasar una y otra vez el día en que su hija se marchó, pero "fue un día normal, comió, sacó al perro, fue a comprar el pan, se cambió y se marchó". "Estaba bien, feliz y contenta", recuerda.
FUNDIRSE EN UN ABRAZO
Además, destacó que sintió angustia al conocer la noticia de que la Fiscalía General portuguesa archivara la causa sobre la desaparición de la niña británica Madeleine McCann, vista por última vez la noche del 3 de mayo de 2007 en el sur de Portugal. De hecho, comentó a la Policía Nacional su temor de que el caso de su hija pudiera cerrarse dentro de dos años, cuando cumpla la mayoría de edad.
Sin embargo, la Policía le ha comunicado que "en España los casos siempre siguen abiertos hasta que se resuelva y el delito no prescribe", por ello, Hernández "siempre" tiene el consuelo de que "el que se llevó" a su hija "lo va a pagar tarde o temprano".
Sueña cada día con Sara, "una niña ejemplar, estudiosa y tranquila, que nunca estaba más de las nueve de la noche en la calle". "Lo único importante es Sara y saber dónde está y si mañana mismo mi hija entra por la puerta se me quita todo, no sé qué le diría, sólo sé que la abrazaría y la estrujaría toda", sentenció.