Actualizado 01/02/2017 13:52

"No más muertes en el Mediterráneo. Por el respeto de los derechos humanos en las fronteras". Por APDHA

Un chaleco de la vida de niño se ve entre los millares de otros en Lesbos.
REUTERS / YANNIS BEHRAKIS

   CÁDIZ, 1 Feb. (Autor: Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía - APDHA) -

   Unas 300 personas nos dimos cita ayer frente al Ayuntamiento de Barbate (Cádiz) para mostrar nuestra repulsa por la aparición, el pasado viernes, del cuerpo de un niño de corta edad en la playa de Caños de Meca, en Barbate.

   Todas las personas que estuvimos en la concentración estábamos conmocionadas por la noticia. A todos y a todas se nos encogió el corazón. Parece que este niño de apenas seis años se llamaba Samuel, según difundió en un primer momento la ONG Caminando Fronteras, que tanto ayuda a salvar vidas avisando a Salvamento Marítimo. Inmediatamente nos vino a la memoria la foto que recorrió el mundo de aquel otro niño llamado Aylan, cuyo cuerpo apareció en una playa turca.

   Samuel tenía seis años y Aylan tres. Los dos, aparecidos muertos en una playa europea. Aylan huía con su familia de una guerra devastadora. Samuel huía de la miseria y también, probablemente, de la guerra que asola el Congo, junto a su madre.

   Aylan se convirtió en un símbolo mundial porque un fotógrafo estuvo allí en el momento en que su cuerpo era recuperado de la arena, con sus azules pantalones cortos y su camiseta roja. Para Samuel, si es que se trataba de Samuel y no pasa a engrosar esa siniestra lista de víctimas sin nombre, para él no hubo fotógrafo. El Gobierno decidió no difundir el hallazgo del cadáver, ni comunicarlo al Ayuntamiento. Hasta 48 horas después no reconoció que se había rescatado el cadáver del niño.

   No es difícil llegar a la conclusión de que el Gobierno no quería un Aylan en Barbate. No quería ningún movimiento de solidaridad como el que generó la imagen de Aylan en todos los diarios y televisiones del mundo. Por eso hasta el domingo no reconoció lo que era inevitable reconocer.

   Es bastante probable que este niño hubiera viajado más de 5.000 km. para venir a perder la vida en este enorme cementerio marino que las crueles e inhumanas políticas de nuestro gobierno y de la Unión Europea han convertido al Mediterráneo. La dimensión de la tragedia que estamos viviendo a las puertas de Europa resulta absolutamente insoportable desde cualquier punto de vista humano mínimamente sensible y democrático.

   Según la OIM, más de 5.000 personas han perdido la vida en el Mediterráneo durante el año 2016, 14 personas al día, superando ampliamente las muertes del año 2015, que fueron, según la misma fuente, 3.770 personas. Sólo en lo que va de 2017 han muerto 246 personas. En España rozaremos en 2016 la cifra de 300 muertos o desaparecidos cuando intentaban llegar a nuestro país por esta frontera sur de Europa.

   ¿Hasta cuándo vamos a tolerar que el Mediterráneo siga siendo una inmensa fosa común?

   Porque la Unión Europea no está por la labor de socorro, ni por la de acogida generosa. Alambradas, concertinas, despliegue policial o militar, devoluciones ilegales en caliente, patrulleras, sufrimiento... y a la postre más y más muertos. Esa es, lamentablemente, la única respuesta de Europa a las personas que huyen de guerras sin fin o de hambre y desastres como Samuel o Aylan.

   No lanzan ya mensajes de solidaridad ni derraman lágrimas los políticos europeos ante este drama de proporciones bíblicas, que ellos han generado, con sus políticas violentadoras de la humanidad y de los derechos humanos. En su cinismo ahora todos critican el muro y las medidas contra las personas migrantes de Trump. ¿Cabe hipocresía más grande? La Representante de política exterior de la UE decía que la UE está a favor de puentes tendidos y muros derribados. ¿Se referirá a los puentes que encontraron Aylan o Samuel?

   Exigimos una política migratoria y de asilo dignas de tal nombre, acogedora de personas migrantes y refugiadas, respetuosa de los derechos humanos y que impida que miles de personas que sólo sueñan con un futuro mejor, pierdan la vida indignamente en las aguas del Mediterráneo o en los desiertos africanos.

   La Unión Europea -y España- han de cambiar de rumbo con urgencia. Porque no sólo se está actuando con una inhumanidad inaudita, que muchos calificamos de xenofobia institucional, sino que se están incumpliendo tratados internacionales como el Convenio de Ginebra, del que Europa fue en su día abanderada. Porque esta política cruel alimenta los sentimientos más bajos del ser humano y alienta el crecimiento de los grupos de ultraderecha racista en toda Europa. Porque son políticas que violentan los derechos humanos, y son el germen de la desintegración europea, cuyos valores se resquebrajan y se cuartea todo lo que pretendíamos ser.

Leer más acerca de: