BUJUMBURA 19 Feb. (EP/AP) -
El nuevo grupo encargado de supervisar el alto el fuego, suscrito hace cinco meses entre el Ejecutivo burundés y los rebeldes del Frente de Liberación Nacional --el último grupo guerrillero que se sumó al cese de hostilidades y al acuerdo de paz firmado en septiembre y compuesto por entre 1.500 y 3.000 combatientes--, se reunió hoy por primera vez para consolidar la paz después de 12 años de conflicto armado.
"Todos los burundeses han esperado este paso", admitió el ministro de Asuntos Internos, el general Evariste Ndayishimiye, quien asimismo instó a los representantes nombrados por los rebeldes, el Ejecutivo, el Ejército burundés, la ONU, la Unión Africana y representantes de donantes que componen el nuevo grupo para supervisar la consolidación de la paz en Burundi, a "sentirse como en casa".
Acuerdo de paz previos, firmados entre el Ejecutivo y otros grupos rebeldes, impulsaron la celebración de elecciones generales el pasado 2005 y la creación del actual Gobierno, pese a los esfuerzos del Frente de Liberación Nacional por boicotear los comicios.
Mientras, el nuevo acuerdo de paz hace un llamamiento al fin de las hostilidades y a la integración de ciertos rebeldes en el Ejército nacional burundés.
Por su parte, Jean Berchmans Ndayishimiye, uno de los 16 rebeldes que participan en la supervisión del alto el fuego, aseguró que los guerrilleros tienen intención de sellar la paz lo antes posible. "El tiempo para las discusiones se ha acabado. En la actualidad, sólo queremos la implementación de los acuerdos", incidió.
Por otra parte, la reunión que hoy se celebra en la capital de Burundi, Bujumbura, sólo fue posible después de que el pasado noviembre el Parlamento votara en favor de conceder la inmunidad a los rebeldes guerrilleros, al tiempo que permitieron el regreso de parte de ellos al país para llevar a cabo las negociaciones de paz, ya que con anterioridad los rebeldes eran sistemáticamente arrestados por los ataques esporádicos que perpetraban en el oeste del país.
Burundi se recupera de las cicatrices de una guerra que comenzó en 1993 cuando paramilitares de etnia Tutsi asesinaron al presidente del país, Melchior Ndadaye, de etnia Hutu, y que se ha cobrado la vida de al menos 250.000 personas, la mayoría civiles.