MADRID, 28 May. (EDIZIONES) -
"La calidez humana supera cualquier barrera lingüística". Esta es la mejor lección que ha aprendido Sara Abubakra, tras trabajar como intérprete con los refugiados e inmigrantes que llegan a Grecia, aunque reconoce que su labor sigue siendo muy necesaria, dados los obstáculos de todo tipo a los que se enfrentan quienes llegan a Europa huyendo de la guerra y la pobreza.
Abubakra, de origen palestino, ha trabajado en la isla griega de Lesbos y en Idomeni, el campamento improvisado instalado por los refugiados que quedaron atrapados por el cierre de la frontera con Macedonia y cuyo desalojo se ha producido esta semana por parte de las autoridades griegas.
Su primera experiencia fue en Lesbos, donde estuvo en diciembre. Aunque se había mentalizado para recibir a personas destrozadas por lo vivido, reconoce que no fue tan duro porque "estaban de paso", las fronteras aún estaban abiertas y sabían que la travesía desde Turquía había sido solo una etapa en su camino.
Idomeni "fue peor", reconoce en una entrevista con Europa Press. Abubakra llegó aquí para trabajar con Médicos del Mundo, organización con la que también trabajó en Lesbos, recogiendo el testimonio de quienes estaban atrapados inicialmente para dos semanas pero al final se quedó todo un mes, trabajando la última semana con Bomberos en Acción.
"Lo que más me sorprendió es que la lengua puede parecer una barrera muy grande pero sin embargo la calidez humana es algo que supera estas barreras", relata. "Aunque el idioma pueda parecer una barrera al final hay un idioma universal que es la calidez humana y el idioma de los signos y se entienden enseguida", reconoce.

Olmo Calvo/Médicos del Mundo
Aunque las personas que quieren pueden terminar entendiéndose, "la figura del traductor sigue siendo necesaria, entre otras cosas porque escaseaban y porque son muchas las gestiones burocráticas que tienen que hacer los refugiados y la información es algo que falta".
PODER HABLAR EN TU IDIOMA
Según explica, para los refugiados suele ser un alivio el encontrar a personas "con las que te puedes entender directamente" ya que les sirven para verificar la información que tienen y para tratar de obtener más.
Pero su labor esencial, y por la que la contrató Médicos del Mundo, fue para ayudar a los médicos a comunicarse con sus pacientes. Para los refugiados es muy útil, reconoce, "poder expresar de manera explícita en su idioma lo que les está sucediendo".
No obstante, "la mayoría de las personas que venían a consulta no padecían ninguna enfermedad real física sino que venían porque necesitaban sentirse atendidos y sentirse escuchados", explica. "Cuando encontraban a una persona con la que podían comunicarse en su idioma descargaban todo lo que llevaban a sus espaldas y se iban con otra cara", añade.
En algunos casos, especialmente en Idomeni, los refugiados le comentaron que de saber lo que les esperaba en Europa no habrían salido de su país. "Tratan mejor a los animales que a nosotros", le decían.
IMPOTENCIA
Abubakra admite que durante su labor, especialmente en Idomeni, sintió "impotencia ante la falta de información que había" y ante la situación en la que se encontraban los refugiados que preguntaban constantemente "qué iba a ser de ellos" y no sabía qué responderles.
El caos en la gestión también fue un factor importante. Según recuerda, los procedimientos y la forma de actuar se cambiaban de un día para otro mientras que el proceso para solicitar asilo se prolongaba, lo que generaba confusión entre los refugiados, que en ocasiones sentían que "se estaban riendo de ellos".

Soldados macedonios tiran naranjas a unos niños refugiados por encima de la
valla fronteriza entre Grecia y Macedonia, en el campo de refugiados de
Idomeni. Olmo Calvo/Médicos del Mundo
También reconoce que hizo mella en ella las "condiciones inhumanas" en las que se encontraban los refugiados, entre los que había muchos niños, personas mayores, con discapacidades tanto físicas como psíquicas y mujeres embarazadas. En muchos casos, los enfermos crónicos no recibían la atención que necesitaban, en ocasiones por falta de información y en otras de coordinación.
Pese a la dureza de lo vivido, Abubakra tiene claro que si puede volverá. "Desde la comodidad en que vivimos en España esa realidad se ve muy lejos, puedes empatizar con ella pero a distancia, pero cuando vuelves de esta misión vuelves muy activo, quieres contar lo que está pasando e intentar poner tu granito de arena para cambiar las cosas", comenta.
Ahora sabe que "es una realidad que está ocurriendo de forma paralela y que es muy injusto y hay que hacer algo para que esto cambie". Por ello, movida por el lema "piensa globalmente actúa localmente" y por su propia historia familiar, se plantea tanto volver como "actuar desde aquí".
A Abubakar le gusta referirse a las personas a las que ayudó como "refugiantes, porque no son refugiados ya que no se les ha dado refugio pero tampoco son inmigrantes".