Crónica Alimentos.- El 'Tsunami Silencioso' amenaza a millones de afganos, faltos de ayuda y la protección del Gobierno

Actualizado: sábado, 17 mayo 2008 13:11

La subida del precio de los alimentos despierta la inquietud de los mercaderes de Kandahar, afectados por la amenaza de robos y saqueos

NUEVA YORK, 17 May. (EUROPA PRESS) -

La última crisis alimentaria --llamada el 'Tsunami Silencioso' por el Programa Mundial de Alimentos (PAM)-- que está sacudiendo especialmente a los países en desarrollo tiene uno de sus principales ejemplos en Afganistán, donde el hambre y la carestía económica afectan especialmente a los pobres y a los desempleados, temerosos no sólo de las bandas criminales algunas de ellas asociadas a los talibán, sino de la creciente desesperación que comienza a percibirse en la población, que de momento conserva la calma frente a los recientes brotes de violencia registrados en Haití o Somalia, por la subida del precio de los alimentos esenciales, que amenaza con devolver a 100 millones de personas por debajo del umbral de la pobreza.

El problema resulta especialmente acuciante en el estado de Kandahar, donde su homónima capital resulta diariamente asolada por los ataques de criminales en los mercados de harina. Hace un par de semanas, dos personas resultaron heridas como consecuencia de estos asaltos, cada vez más violentos, sembrando el temor entre sus más de 435.000 habitantes.

"No estamos a salvo", explicó uno de los mercaderes, Hajji Hayatulá, sentado en el suelo con sacos de harina, apilados alrededor suyo. "Carecemos de seguridad, y no nos creemos que el Gobierno vaya a facilitarla", añadió. Por este motivo, algunos de los mercaderes se han asociado para contratar guardias de seguridad privados. La violencia tiene sus raíces en el continuo aumento de precios, relacionado con la escasez de las cosechas y que obliga a los mercaderes afganos a recurrir a la importación.

"Los precios suponen un gran problema, porque la gente no cosecha una cantidad suficiente y por eso dependemos de las importaciones desde Pakistán, por lo que el coste sube día a día", apuntó Hayatulá al diario estadounidense 'The New York Times'. "Y me temo que si esta tendencia continúa, la gente terminará por saquear el mercado", añadió.

Para el PAM, la situación actual de Afganistán resulta particularmente sombría. No sólo se trata de una de las naciones más pobres del mundo, sino que está lidiando con un conflicto particularmente prolongado, que ocasiona problemas de refugiados, mercados subdesarrollados, falta de infraestructuras, y principalmente una sensación de inseguridad ciudadana que deja a la población especialmente desprotegida ante los movimientos del mercado.

El director para Asia del Programa, Anthony Banbury, estima que los afganos gastan en comida hasta el 70 por ciento de sus ingresos. "Para millones de afganos que conforman los sectores más pobres de la sociedad, la subida de los precios en los alimentos simplemente ponen sus necesidades básicas fuera de su alcance".

AYUDA DEL PAM

De momento, seis de los 32 millones de afganos ya están recibiendo ayuda alimentaria, mientras el PAM se prepara recabar aún más fondos para nuevos envíos. De momento, las autoridades de Naciones Unidas ya han acordado con el Gobierno del presidente Hamid Karzai la creación de un programa de asistencia diseñado para abastecer de pan a los más hambrientos a través de ayudas especiales a las panaderías locales; un programa que funcionaba bajo el régimen talibán, pero que se vio suspendido tras la invasión de las fuerzas de la Coalición a finales de 2001.

Otro problema similar es el que están sufriendo los más de 170.000 profesores del país, posiblemente los funcionarios con el salario más bajo del Gobierno, y muchos de los cuales han dejado de trabajar, incapaces de cuadrar sus cuentas a finales de mes. Para Banbury, es un indicador de que la situación en Afganistán se está deteriorando progresivamente.

"En cada escuela a la que íbamos, en cada clase, los profesores decían que necesitaban o un aumento de sueldo, o más comida", reconoció el director para Asia del PAM.

A pie de calle, la situación es aún más alarmante. Sardar Muhammad, un vagabundo de 80 años, denuncia que "la gente se muere de hambre", mientras ejerce de 'okupa' en otro mercado de harina de Kandahar. Sus dos hijos trabajan como costaleros en el mismo lugar, pero sus salarios conjuntos son incapaces de llevar la suficiente comida a la mesa.

Los precios de la harina y el pan se han duplicado en dos semanas, y muchos mercaderes recurren al contrabando de alimentos a través de las montañas que separan el país de Pakistán. A pesar de que el Gobierno ha comenzado a distribuir harina en los mercados de Kandahar, la inflación se mantiene en el 22 por ciento, y los precios son demasiados altos para la mayoría de los residentes.

Hayatuá recuerda como un cliente suyo, al que recordaba como hombre educado y tradicional, le suplicaba que no le pidiera que pagara, después de cargar un saco de harina en su bicicleta. "Me dijo: 'Nunca he robado nada de nadie en mi vida, pero ahora estoy cogiendo cosas sin pagar; mis hijos no han comido, y si Dios quiere, te pagaré cuando tenga dinero". Aún dentro la cultura afgana, que entiende como vergonzosa una actitud semejante, el mercader reconoció que su cliente "tenía un verdadero problema, porque si las cosas empeoran...¿qué haces cuando no tienes dinero, cuando tienes una mujer y un hijo?".

RESPUESTA OFICIAL

El Gobierno afgano fue de los primeros en advertir la cada vez mayor crisis alimentaria. En enero de este año, Kabul solicitó la ayuda urgente del PAM, que logró recaudar 75 millones de dólares, que dan para seis meses de asistencia suplementaria a la población, según Banbury.

Por su parte, las autoridades han invertido cerca de 50 millones de dólares para la distribución general de harina en el país y se planea incrementar la ayuda internacional hasta final de año. Pero el PAM considera que la ayuda alimentaria no soluciona la crisis de la hambruna en Afganistán.

A pesar de los miles de millones de dólares invertidos en el país durante los últimos seis años, la comunidad internacional ha fracasado a la hora de invertir sustancialmente en la agricultura, que es el sector del que depende la gran mayoría de la población, explicó Banbury, al tiempo que solicitó un programa a gran escala para distribuir semillas y herramientas a los granjeros, para incrementar la producción de alimentos.

"Los granjeros son la gente más racional del mundo. Si les das las semillas, las cultivarán", concluyó Banbury.