Día de la Acción Humanitaria: "paz y escuelas"

Elias Jameel, de 14 años, en un campo para desplazados en las afueras de Saná
UNICEF/UN028052/MOOHIALDIN FUAD
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Actualizado: viernes, 19 agosto 2016 8:15

MADRID, 19 Ago. (Blanca Carazo, responsable de programas de UNICEF Comité Español) -

"Quiero paz, seguridad y escuela. Solo quiero que todo sea como antes". Elías tiene 14 años y vive en un campo de personas desplazadas en las afueras de Saná, la capital de Yemen.

Paz. Volver a la escuela. Eso es lo que repetidamente nos dicen los niños de Siria, de Irak, de Nigeria, de Sudán del Sur, de Yemen. Eso es lo que quieren. Quieren paz y quieren volver a la escuela.

En UNICEF lo sabemos desde hace mucho tiempo. Ante cualquier crisis humanitaria, tanto en conflictos como ante desastres humanitarios, la vuelta a la escuela es una prioridad.

A corto plazo, en la escuela los niños recuperan una sensación de normalidad y seguridad, es un entorno que favorece la recuperación psicológica, y allí los niños están protegidos de ser reclutados por grupos armados, sufrir abusos o ser víctimas de trata. Jugar, pintar, cantar y aprender es el mejor regalo para los niños que han vivido desde demasiado cerca el horror de las bombas o los machetes, el miedo de la huida y el dolor de pérdidas irrecuperables.

Mirando hacia el futuro, la escuela es una puerta a la esperanza, a adquirir habilidades y conocimientos para una vida mejor. Es también un espacio donde mimar la oportunidad de que, a pesar de haber vivido experiencias traumáticas, niños como Elías puedan seguir creyendo en la paz y construirla.

OBJETIVOS MILITARES

Sin embargo, cada vez más a menudo, esa seguridad y protección que debería brindar la escuela se ven amenazadas. Hace pocas semanas, un bombardeo en una escuela de Yemen mataba a 10 niños y hería al menos a otros 28. En 2015, en Siria se registraron al menos 69 ataques a centros educativos o personal de salud. En Afganistán fueron 132, entre ataques y amenazas.

Al igual que los hospitales y centros de salud, las escuelas se han convertido en los últimos tiempos en objetivos militares, en una grave violación del Derecho Humanitario. De media, cada día, cuatro escuelas u hospitales sufren ataques. Colegios bombardeados, ocupados por combatientes o utilizados como refugios privan a los niños de su derecho a la educación, y acaban con la vida y obligan a huir a maestros y personal docente.

En mayo se celebró en Estambul la Primera Cumbre Mundial de Ayuda Humanitaria. Uno de los compromisos alcanzados se refleja como "respetar las normas de la guerra". Obviamente, no se están respetando las normas de la guerra cuando hay niñas secuestradas en su escuela, y niños y niñas que mueren bajo las bombas o los disparos en sus clases o camino de ellas. Es, por tanto, y tristemente, un compromiso necesario.

Como es necesario, y admirable, el compromiso de tantos trabajadores humanitarios, que no se rinden y siguen haciendo todo lo posible para reducir el impacto de las crisis humanitarias sobre los niños, logrando por ejemplo, que en 2015 UNICEF pudiera facilitar educación a 8,6 millones de niños en contextos de emergencia.

VOLVER A SER NIÑO

Samir, de 13 años, cuenta cómo en su camino a la escuela, corría junto con sus hermanos para esconderse de los francotiradores en Siria. Ahora, refugiado en Líbano, vuelve a ir a clase. Gambo, una niña de Níger desplazada que huyó de la violencia de Boko Haram, aprende feliz en la escuela habilitada bajo lonas de UNICEF en Abounga.

Mustafá Diri, antiguo director de escuela, también desplazado, imparte las clases. "La educación tiene un efecto preventivo contra el reclutamiento el secuestro y la violencia de género dice, convencido de la importancia de la educación. "Es lo único que nadie podrá quitarnos", y es lo que quiere ofrecer a sus niños.

En este Día Internacional de la Asistencia Humanitaria es habitual rendir homenaje a las personas que trabajan para paliar el sufrimiento humano en estas crisis y desde aquí no queremos dejar de hacerlo. En este caso, con un agradecimiento especial a todos los maestros que, en los lugares donde es más difícil ser niño, ayudan a tantos pequeños a seguir siéndolo.

Y también a todos los niños que, volviendo a sonreír y manteniendo vivo el deseo de volver a la escuela, y de seguir aprendiendo, dan sentido a la lucha de UNICEF y de todas las organizaciones humanitarias por responder a esa necesidad y devolverles su derecho a aprender.